Respuestas
Respuesta:
Tokugawa Ieyasu, que gobernaba Japón a principios del siglo XVII, ordenó un nuevo par de lentes con un marco fabricado a partir del delicado caparazón de una tortuga carey. Enseguida, todo el mundo quiso carey, o bekko, por sus bonitos tonos marrones, naranjas y blancos, y los artesanos japoneses comenzaron a utilizar carey en todos sus productos: peines, pitilleras u otras baratijas.
Esta moda luego se extendió a Europa y América. Para mediados del siglo XIX, el mercado había crecido de forma exponencial y se consideraba que en Japón estaban los mejores artesanos de bekko del mundo. Con el auge del comercio, las poblaciones silvestres de tortugas carey comenzaron a disminuir rápidamente y, en 2008, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza las declaró especie en peligro crítico de extinción.
Según un estudio reciente, entre 1844 y 1992, se mató a más de nueve millones, en gran parte para el comercio de carey. Las poblaciones de tortugas carey continuaron disminuyendo: este año, quedan menos de 25.000 ejemplares. Además del comercio de bekko, los principales peligros a los que se exponen las tortugas carey son la captura incidental, la pérdida de hábitat de anidación y la contaminación hídrica, que provoca la muerte por la ingesta accidental de plástico y otros residuos humanos.
Así y todo, en el pequeño pueblo pesquero de Enoshima, a 48 kilómetros al sur de Tokio, y en otras localidades costeras, se siguen exhibiendo tortugas marinas disecadas en las vitrinas de las tiendas de recuerdos.
Cada año, miles de turistas visitan los coloridos altares y recorren las tiendas de regalos. Muchos de los compradores, quizá casi la mitad de estos visitantes, no son conscientes de la difícil situación a la que se enfrentan los animales y lo fundamentales que son los reptiles en el ecosistema marino.
Las tortugas carey, cuya área de distribución se encuentra en los trópicos, se alimentan principalmente de esponjas que compiten por el espacio con especies de corales. La ausencia de tortugas afecta a los arrecifes de coral, que albergan más del 25 por ciento de las criaturas marinas conocidas y que probablemente aportan más de 375.000 millones de dólares al año a la economía mundial, según la U.S. National Oceanic and Atmospheric Association (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos).
Las tiendas de regalos de las calles de Enoshima, Japón, exhiben artículos como este collar, fabricado a partir de los caparazones de tortugas carey, una especie en peligro crítico de extinción.
FOTOGRAFÍA DE JUSTIN GRUBB
En 1977, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES, por sus siglas en inglés), el organismo que regula el comercio transfronterizo de especies silvestres, prohibió el intercambio comercial internacional de tortugas carey y de sus partes.
En 1980, cuando Japón acordó formar parte de la CITES, declaró ciertas condiciones con respecto a las regulaciones comerciales de la tortuga carey, a fin de preservar su próspera industria de bekko. Esto significa que el país podía seguir importando tortugas carey y seguir estando en regla conforme a la CITES.