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Los siervos eran una clase inferior, eran el equivalente a esclavos, pues su situación de servidumbre del señor, al que pertenecían como una propiedad, se trasmitía junto con la tierra. Los siervos con objeto de asegurarse su propio sustento, adquirían un pacto (obligación de cultivar la tierra) con el señor para toda la vida. En ese pacto se obligaba el siervo a la entrega de una parte de los frutos cultivados, prestación de servicios personales y algunas otras formas de limitación de su propia libertad y de los miembros de su propia familia; un ejemplo llamativo es el denominado Derecho de Pernada, por la cual algunos señores feudales se atribuían el derecho de entrar al lecho de la mujer desposada antes que su propio marido, y que podía ser rescatado mediante el pago de una suma de dinero.
El siervo no tenía el derecho de salir de su campo, del lugar donde trabajaba. Tenía que trabajar allí toda su vida, estaba ligado a la tierra. No era, por lo tanto, un hombre libre en toda la fuerza del término, pero, a pesar de no ser un hombre libre, tenía innumerables derechos. Tenía el derecho a la tierra, y el señor no lo podía echar. Tenía por lo tanto, más derechos que un colono de hoy, que un empleado de hoy. Tenía además una especie de propiedad sobre su casa y sobre una parte de las tierras que cultivaba. Se le pagaba habitualmente dándole en posesión tierras de cuyos frutos vivía. Trabajaba una parte del tiempo en las tierras de su señor y muchas veces aún tenía derecho a una parte de lo que producía en dichas tierras. Su día estaba organizado por un contrato hereditario e intocable de manera que pudiese vivir de su propio trabajo. No era propiamente un asalariado. Tenía una situación francamente mejor que la de un colono de hoy.
Por otra parte, si el señor vendía la tierra, la vendía junto con él. No podía ser echado. Tenía derecho a la familia, no podía ser muerto, y en cuanto a castigos físicos, estaba sujeto más o menos al régimen para los infractores de la ley de nuestros días.
Saludos!!!
El siervo no tenía el derecho de salir de su campo, del lugar donde trabajaba. Tenía que trabajar allí toda su vida, estaba ligado a la tierra. No era, por lo tanto, un hombre libre en toda la fuerza del término, pero, a pesar de no ser un hombre libre, tenía innumerables derechos. Tenía el derecho a la tierra, y el señor no lo podía echar. Tenía por lo tanto, más derechos que un colono de hoy, que un empleado de hoy. Tenía además una especie de propiedad sobre su casa y sobre una parte de las tierras que cultivaba. Se le pagaba habitualmente dándole en posesión tierras de cuyos frutos vivía. Trabajaba una parte del tiempo en las tierras de su señor y muchas veces aún tenía derecho a una parte de lo que producía en dichas tierras. Su día estaba organizado por un contrato hereditario e intocable de manera que pudiese vivir de su propio trabajo. No era propiamente un asalariado. Tenía una situación francamente mejor que la de un colono de hoy.
Por otra parte, si el señor vendía la tierra, la vendía junto con él. No podía ser echado. Tenía derecho a la familia, no podía ser muerto, y en cuanto a castigos físicos, estaba sujeto más o menos al régimen para los infractores de la ley de nuestros días.
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