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i el objetivo final de este camino de aprendizaje en el mundo físico es la felicidad, el trayecto bien podría denominarse con eso tan preciado y pocas veces sentido desde adentro que es la libertad.
El hecho de vivir en Occidente, en generaciones plagadas de cambios que nos modifican, o nos arrasan si esquivamos el entrenamiento en la materia llamada “flexibilidad”, propone atajos que a veces nos alejan del camino que soñamos. Si una gran parte de nuestra sociedad vive en umbrales de pobreza, es difícil que podamos plantearnos aspectos naturales para la expansión del alma humana, como es la libertad.
Es bien sabido que nosotros somos quienes elegimos el grosor de las cadenas. Nos atan relaciones, el consumo, ideologías de todos los colores, las creencias convertidas en paradigmas a fuerza de dejar que nos las machaquen, condicionamientos económicos y financieros, restricciones de diferente tipo, la soberbia, el ego, por mencionar sólo un puñado. En definitiva, se convierten en aquellos espejitos de colores que nos prometen que, siendo de determinada forma, conquistaremos un marco de mayor plenitud y equilibrio. Y nada de eso sucede.
Algunos, los menos, se animan a explorar paisajes inhóspitos, buscando volver a la esencia del ser humano: libre y sin condicionamientos. Pero según entiendo, el gran desafío y aprendizaje está aquí: en el medio del tumulto y la revuelta de la vida, donde sucede lo que sucede; donde participamos aun cuando no queremos, y nos damos cuenta que va pasando la vida y quizás estemos con más ataduras que antes.
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