• Asignatura: Castellano
  • Autor: jeniferruiz696
  • hace 5 años

Elementos reales de la leyenda el arbol del vampiro​

Respuestas

Respuesta dada por: Anónimo
17

Respuesta:

Esta es la historia de un vampiro y del árbol al cual ayudó a plantar. No era que le gustaran los jardines

precisamente pero, lo que sucedió es que hace mucho, mucho tiempo, él era tan aficionado a la sangre, que cometió

muchas barbaridades y aterró a la gente de Guadalajara. Sobre todo a quienes vivían por el rumbo de lo que ahora

es el Hospital Civil.

La cosa empezó cuando los señores del carretón de basura encontraron algunos perros muertos. Pero no eran

como cualquier perro muerto, por eso reportaron a las autoridades que los animales parecían no tener sangre en sus

cuerpos. El jefe de policía tomó nota y llegó a pensar que el culpable sería algún animal escapado de la barranca, mismo

que, seguramente aprovechaba la oscuridad nocturna para no ser visto.

Sin embargo a los pocos días, se reportó un grupo de gatos muertos por el mismo rumbo y en

condiciones iguales: sin gota de sangre.

Las autoridades agregaron una hoja más al reporte y sospecharon que algo extraño debía estar ocurriendo.

Pero todos se pusieron a temblar cuando aparecieron personas muertas y con señales de que su sangre había

sido chupada.

-Esto es grave –dijo el jefe de policía-, ¡es un vampiro!

Como si lo hubiese gritado desde las torres de la catedral, por toda la ciudad corrió la voz de que había un

vampiro suelto y hambriento.  

A partir de esa misma noche, autoridades y ciudadanos voluntarios iniciaron el patrullaje por la ciudad para

encontrar al malvado que les había quitado la calma.

Buscaban y buscaban. Perseguían todo lo que se movía y hasta acudían cuando se escuchaban gritos extraños:

-¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!

Entonces corrían armados con sombreros y cuerdas para atrapar al vampiro pero, cuando llegaban, descubrían

que el grito había sido de doña Juana porque no conseguía despertar a don Pánfilo, el panadero, quien debía preparar

muy temprano los birotes pa´ vender.

¡Rayos! Eso sí daba coraje. Entonces todos lo despertaban a sombrerazos y continuaban su búsqueda.

Seguían a perros y gatos por aquello de que hubiesen sido seleccionados por el vampiro para su cena. Una noche

hasta siguieron a unos hombres que perseguían un cerdito, el cual, se había escapado del corral de una casa. Primero

los creyeron sospechosos pero cuando descubrieron que, en realidad sólo querían recuperar al puerquito, acabaron

ayudándoles.

Parecía que el temible vampiro planeara bromas pesadas para despistarlos porque, a él no lograban encontrarlo y,

cada mañana, los señores de la basura, se hallaban animales o personas muertas.

El terror aumentaba y ya nadie quería trabajar recogiendo la basura.

Finalmente un medio día, mientras desayunaba su torta ahogada, al jefe de policía se le ocurrió una grandiosa

idea.

-Las muertes siguen ocurriendo por la misma zona, así que, ¡ay, caray! ¡Esta cosa está bravísima! –dijo entre un

bocado y otro mientras procuraba que no se le cortara la respiración con lo picante que estaba la salsa de la torta-. Lo  

que haremos, ¡ush! –sorbió saliva-, será pedir al carpintero, ¡ush, de veras que pica! ¡Ah, sí! Decía que le pediremos al

carpintero que nos prepare estacas hechas de camichín.

-¿De camichín? –preguntaron los policías.

-Sí, la madera de camichín protege… protege…mucho. Y a los vampiros sólo se les puede acabar con una estaca

de madera que les atraviese el corazón. Ni modo, lo tenemos que hacer –dijo él.

-Pues sí, ni modo -dijeron sus colaboradores.

El caso es que esa noche, armados con estacas hechas con un trozo de aquella madera, los vecinos del Hospital

Civil salieron, buscaron y, ante la sorpresa de muchos, lo encontraron y clavaron la estaca al vampiro. Ni tiempo le dieron

de dar alguna razón para su mala conducta.

Así se descubrió que se trataba de un caballero de origen inglés de quien nadie hubiese sospechado jamás. La

noticia corrió por la ciudad y, cuando enterraron el cuerpo en el panteón, se dio la orden de colocar una losa de piedra

muy, pero muy pesada encima. No era porque tuvieran miedo sino que, así, todos estarían más tranquilos porque el

vampiro no podría escapar de ahí.

La calma volvió a la ciudad y, el asunto, pronto quedó olvidado.

Varios años después, el vigilante del Panteón de Bel

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