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El 6 de septiembre de 1930, el presidente radical Hipólito Yrigoyen fue derrocado por un golpe cívico-militar, encabezado por el teniente general José Félix Uriburu. Por primera vez, desde 1853 se interrumpía el orden constitucional. Uriburu ocupó la Casa de Gobierno como presidente provisional de la Nación, iniciando una etapa conocida como “década infame”, en alusión al fraude electoral y los negociados de corrupción que caracterizaron el período. En la última etapa de su gobierno, Yrigoyen se vio obligado a afrontar la crisis internacional disparada con la caída del Mercado de Valores de Nueva York, en 1929, y una furiosa campaña de la oposición interna. Yrigoyen era acusado de estar enfermo al punto de haber perdido contacto con la realidad y de haberse rodeado de ineptos. La prensa escrita fue uno de los pilares de esta campaña contra el gobierno constitucional de Yrigoyen.
A continuación transcribimos fragmentos del diario La Prensa, en donde pocos días antes del golpe se publicaban comunicados en los que se negaba categóricamente cualquier movimiento subversivo y se reprochaban enérgicamente todas las medidas tomadas para la defensa del gobierno.
Desautorización de los rumores de una agitación militar formulada por el jefe de la 5ª región
Fuente: Diario La Prensa, martes 2 de septiembre de 1930
(De nuestro corresponsal por telégrafo)
Salta, septiembre 1º.-Con motivo de los rumores relativos a una supuesta agitación entre los militares destacados en esta ciudad, de los que se hizo eco Nueva Época, el director de este periódico recibió del general Juan Esteban Vacarezza, jefe de la quinta región militar, la siguiente carta, que aparecerá esta noche:
“La circunstancia de encontrarme en esta guarnición en una de las varias visitas de inspección que debo efectuar en función de mi cargo de comandante de la quinta división del ejército, me ha dado oportunidad de leer en Nueva Época, del 29 del corriente, el resumen con que encabeza el diario sus noticias sensacionales, que por referirse en uno de sus párrafos a militares de esta guarnición, me obliga y ofrece un feliz motivo, como soldado de la República a contestarlo, haciendo pública mi profesión de fe del deber militar en estos momentos en que, acontecimientos externos ocurridos en países vecinos, y las actividades internas de los partidos en que se divide la opinión ciudadana del país, podrían, acaso, perturbar el concepto fundamental en que se basa el orden institucional de las fuerzas armadas de la Nación y de la Nación misma.
Si la “postguerra” mundial, que modificó las antiguas instituciones políticas de antiguos Estados monárquicos, cuyas dinastías reinantes habían merecido el reconocimiento, gratitud y devoción de sus pueblos, exaltó el sentimiento del gobierno republicano, nosotros, los hijos republicanos de América, felicitémonos mil veces porque esta época de la historia de la humanidad nos haya encontrado ya en posesión de una ley que garantiza plenamente el ejercicio de los deberes ciudadanos, cerrándose así el ciclo de las protestas armadas y revoluciones que germinaron en nuestro pueblo, porque se creía defraudado en sus derechos y violada la forma republicana y representativa del gobierno que nos legaron los constituyentes de la Nación.
El problema de nuestra política interna, cuya solución tantas veces se confiara a la violencia, anarquizando a la familia argentina, pasó así a ser una cuestión de ley, y es ahora, en este terreno, en que los ciudadanos deben luchar y pueden encontrar, patrióticamente, la forma de contribuir al buen gobierno de la República.
Es pues, a los conductores civiles de la sociedad, a aquellos que por su ilustración y elevación moral les corresponda el honor de guiar y encaminar la opinión de sus ciudadanos, ya sea desde la función pública o fuera del gobierno, a quienes toca hoy, principalmente, la misión y la responsabilidad de orientar la vida política interna del país, en el sentido de las más sanas y elevadas aspiraciones generales, posibilitadas por las máximas garantías que establecen nuestras leyes electorales.
Con estos conceptos, deseo dejar expresado que ni entre los militares de esta guarnición, ni entre los que están directamente a mis órdenes en la quinta división de ejército de la Nación, puede existir otra preocupación que la de cumplir dignamente con su deber profesional, de preparación de nuestra defensa nacional, el mayor y quizá el único seguro de los beneficios de la paz, que es la suprema aspiración de todas las sociedades contemporáneas.
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