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El sentido del oído
La Desmodium gyrans (L.) DC., actualmente redenominada Codariocalyx motorius (Houtt.) H. Ohashi, es una de las pocas plantas capaces de realizar movimientos rápidos. Cada hoja está provista de una «bisagra» en la base que permite el desplazamiento del limbo con el fin de optimizar la exposición a la luz solar. Esta movilidad podría ser también una estrategia defensiva frente a diversos insectos, la rotación rápida del follaje podría imitar el vuelo de las mariposas [Lev-Yadun 2013]. Algo aún más sorprendente es que esta leguminosa de Asia tropical apodada la «planta que baila» tiene capacidades auditivas. Si se hace ruido o si se toca música, las hojas comienzan a moverse rítmicamente, vea...
En el laboratorio de S. Mancuso, el equipo ha constatado que las raíces de diversas plantas se dirigen al ruido producido por el agua que discurre por un tubo enterado. Esto lleva a pensar que estas plantas perciben el ruido del agua que fluye. Monica Gagliano, de la Universidad de Crawley (Australia) ha constatado que las raíces del maíz tienden a crecer hacia una fuente de sonido cuya frecuencia está en unos de 200 Hz [Gagliano 2012]. La capacidad de utilizar los sonidos no es una prerrogativa de los animales, dado que las plantas no solo pueden percibirlos, sino también emitirlos. La exploración de la comunicación acústica de las plantas es muy prometedora [Gagliano 2013].
El sentido del olfato
La cúscuta (Cuscuta pentagona Engelm.), planta trepadora parásita desprovista de clorofila, huele la presencia de plantas de tomate y se fija a la parte superior.
El fenómeno es idéntico cuando se pone ante la planta un soporte perfumado de aroma de tomate. Las plántulas de cúscuta pueden distinguir entre los compuestos volátiles del trigo y los del tomate, y moverse preferentemente hacia este último. No se conoce la naturaleza de los sensores que permiten el sentido del olfato, pero entre los mediadores volátiles del tomate pueden citarse el β-felandreno, el β-mirceno y el α-pineno [Runyon 2006 ; Mescher 2006].
Ian BALDWIN, del Instituto Max Planck de Ecología Química en Alemania comenta «En este momento, no sabemos qué es lo que hace de nariz en las plantas, pero lo descubriremos en el próximo decenio».
El sentido del tacto (mecanismos de mecano-percepción)
Podemos añadir otro sentido, el del tacto, como en el caso de la mimosa (Mimosa pudica L.) que cierra sus hojas cuando alguien las toca; o de las plantas carnívoras, capaces de capturar a las presas (esencialmente insectos, ácaros y otros pequeños invertebrados) con la ayuda de trampas activas, como las de la dionea atrapamoscas (Venus atrapamoscas, Dionaea muscipula Solander ex Ellis) u otras droseras.
El cierre de los lóbulos de las hojas de la dionea se desencadena por medio de pelos sensibles (6 por lo general) situados en las caras internas. El mecanismo se activa desde el momento en que un insecto toca uno de los pelos, pero la trampa no se cierra completamente aún. Será necesario un segundo contacto en un lapso de tiempo relativamente corto; la planta se protege así contra esfuerzos inútiles (debido, por ejemplo, a la caída de una hoja muerta).
El sentido del tacto se manifiesta de forma maravillosa durante el crecimiento de determinadas plantas trepadoras, que poseen zarcillos que buscan un apoyo para enroscarse. La sensibilidad puede llegar a ser extrema, como sucede con el zarcillo del pepino anguloso (Sicyos angulatus L.), que se enrolla en torno a un hilo de 0,25 gramos, mientras que un dedo humano detecta el mismo hilo cuando pesa al menos 2 gramos [Monshausen 2009 ; Monshausen 2013].
Las plantas analizan constantemente su entorno a través de más de 700 sensores identificados en el mundo vegetal. Con ellos miden la temperatura, la humedad, la luz, etc. Esta amplia paleta de percepciones sensoriales es el objeto de numerosos trabajos por parte de los fisiólogos vegetales.