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Es reconocido por todos los estudiosos de la historia que desde la presencia colonial española -muy temprano- hasta el presente, el istmo de Panamá ha estado ligado al comercio mundial. Que ha sido la “ruta” del comercio entre el océano Atlántico y el océano Pacífico, y durante casi todo el siglo XIX, específicamente desde 1830, fecha del hundimiento de la utopía bolivariana, esta vocación comercial global se erigió en la contradicción fundamental entre el pueblo istmeño y el poder centralista colombiano. Desencuentro expresado en que el istmo “estaba ligado a la economía y al comercio mundial, en un grado que no era el mismo para las demás regiones y provincias de la República de Colombia”.
Con excepción de la independencia del Estado del Istmo (1840-1841) creación del general Tomás Herrera, todo el decimonono fue un hacer y deshacer autonomista impulsado por los patricios del istmo de Panamá, siendo la obra cumbre el Estado Federal (1855) del doctor Justo Arosemena.
A mediados del siglo XIX -luego de derrotar las pretensiones coloniales de los otros dos imperios contendientes en nuestra América, Inglaterra y Francia- se introduce en el istmo un eje trasversal geopolítico dominante, la presencia imperialista estadounidense. En efecto, en 1846, Nueva Granada cede la soberanía del istmo de Panamá al ascendente expansionismo norteamericano mediante la concertación del Tratado Mallarino-Bidlack, y por el contrato Stephens-Paredes celebrado en 1850 entre ambas naciones se construye el primer ferrocarril interoceánico. A partir de tan lejano momento hasta la actualidad el intervencionismo imperialista estadounidense no ha cesado. En relación a la independencia de Panamá de Colombia de 1903, existen varias leyendas y una verdad histórica. Dentro de los mitos están la versión colombiana del “desmembramiento del istmo” por parte de Estados Unidos. El cuento de Theddy Roosevelt de I took Panama, que la República de Panamá es un “Estado artificial”, inventado por los “gringos”. La tradición idílica de los “próceres de la independencia” de la historiografía oficial de la oligarquía liberal; y la posición extremista y antihistórica de que la independencia es un acto de “traición”. La verdad es que cuatro factores confluyeron para hacer realidad la “terquedad histórica” del pueblo panameño por alcanzar su independencia nacional.
El primero, el fracaso del proyecto del canal francés; segundo, la Guerra de los mil días, fratricidio que provocó la ruina de Panamá; tercero, el rechazo del Senado colombiano del Tratado del Canal (Herrán-Hay) que sepultó las aspiraciones istmeñas de constituirse en “emporio comercial” y ruta de tránsito marítimo mundial; y un factor estratégico, el predominio mundial imperialista que derivó en la voluntad geopolítica estadounidense de sustituir la coyunda del centralismo colombiano por la opresión norteamericana.
Así nació la República mediatizada, pero también emergió al unísono la voluntad inquebrantable del pueblo panameño de expulsar el colonialismo invasor de la Zona del Canal, obtener la integridad territorial y soberanía nacional y rescatar el Canal de Panamá.
Hoy, pasados 115 años de la independencia de Panamá de Colombia del 3 de noviembre de 1903, en medio de una “guerra comercial” global y de un nuevo reparto del mundo por parte de las principales potencias económicas; nuestra posición geográfica y conectividad mueve una vez más a la codicia y hegemonismo imperial. Por ello, la República de Panamá debe diseñar una política internacional o política exterior de neutralidad permanente, de lucha por la paz y de colaboración respetuosa entre todos los Estados del mundo mediante un “pacto social” entre las “fuerzas vivas” de la nación. Ni imperialismo norteamericano ni capitalismo de Estado chino: Panamá para los panameños.
Explicación: se explica por si solo.