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Respuesta: Porque la objetividad y la neutralidad son un problema para las ciencias sociales. La cartera de educación porteña censuró materiales pedagógicos del bicentenario por su “tendencia ideológica”. ¿Censura? ¿Medida acertada? ¿Es correcto pretender que un texto de enseñanza de la Historia sea “objetivo”? ¿Puede serlo?
La palabra objetividad proviene del concepto “objeto”. En el caso de las ciencias, objeto designa a aquello que se estudia, la entidad sobre la cual deseamos saber algo. Objetividad significa, por lo tanto, el intento de obtener un conocimiento que concuerde con la “realidad” del objeto, que lo describa o explique “tal cual es”, lo más alejado posible de nuestros deseos y percepciones sensibles inmediatas.
Lo contrario de la objetividad es la subjetividad, lasa ideas que nacen del prejuicio, de la costumbre, las opiniones o impresiones del sujeto.
La relación entre las investigaciones sociales y su carácter científico provoca discusiones. Según la epistemóloga Esther Diaz, “El ideal deseable sería la construcción de una ciencia social valorativamente neutra, o sea, desprovista de valores que atenten contra la objetividad. El problema reside en que dichos valores se encuentran tanto en el objeto de estudio de estas disciplinas como en el mismo investigador”.
Es común escuchar argumentos que intentan poner en juicio el carácter científico de las ciencias sociales.. Esto se debe a que la investigación social involucra a los intereses y valores humanos en el objeto de su indagación, lo cual haría perder objetividad a su trabajo. Se acusa al investigador social de no poder aislarse de su subjetividad (gustos, ideología, juicios de valor, etc.) en el momento de realizar el proceso de investigación sobre la problemática elegida: esto provocaría, de alguna manera, una parcialidad o toma de posición “subjetiva” en los resultados de la investigación, influyendo de manera negativa en el proceso a estudiar, lo cual negaría el carácter científico a dicho procedimiento. A partir de esta acusación, muchos científicos han salido en defensa de la investigación social postulando que los científicos sociales deben prescindir de sus valores cuando abordan su actividad científica. Pero esta defensa es por lo menos ingenua, porque pretende que el científico se desprenda mágicamente de sus valores, actitudes largamente internalizadas y sus más íntimas convicciones ideológicas en el momento en que desarrolla su labor investigativa. La exigencia de objetividad será sinónimo de imparcialidad, de neutralidad, de no subjetividad. Esto es realmente imposible. ¿Por qué? Porque desde la propia opción profesional y la elección del tema de investigación, hasta la utilización de instrumentos de análisis, toda la actividad es la de un individuo psíquica y socialmente condicionado.
Un individuo jamás podrá aislarse de su manera de pensar y sentir. Nuestros pensamientos y nuestra manera de entender el mundo estarán presentes en cada acto, cada palabra, cada frase que elaboramos.
Todo esto en cuanto al trabajo del historiador se trata. Pero, ¿qué sucede con la enseñanza de la Historia en la escuela? ¿Pretende o trata de alcanzar esa pretendida objetividad? ¿Debería hacerlo?
Hoy, se apuesta a proponer nuevas formas de explicar la realidad social pasada y presente y que estas, sobre la base de otros supuestos epistemológicos, pueden esquematizarse de la siguiente manera:
a. el sujeto se ha reconocido, y por lo tanto, incorporado como elemento constitutivo del proceso del conocimiento de la realidad. El sujeto, productor de significados, forma parte de esas realidades que el investigador y el propio educador analiza y transmite.
b. la concepción de verdad y sus posibilidades de alcanzarla de una vez y para siempre, independientemente de sus contextos históricos y hasta geográficos (leyes universales), ha entrado en crisis y ha sido reemplazada por una visión del concepto de verdad que en virtud de procesos históricos se ha relativizado y otras voces, las de las “minorías”, las del pensamiento científico no hegemónico, entre otras, pugnan por construir y legitimar otros modos de conocer y construir “verdades”.
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Respuesta: Porque la objetividad y la neutralidad son un problema para las ciencias sociales. La cartera de educación porteña censuró materiales pedagógicos del bicentenario por su “tendencia ideológica”. ¿Censura? ¿Medida acertada? ¿Es correcto pretender que un texto de enseñanza de la Historia sea “objetivo”? ¿Puede serlo?
La palabra objetividad proviene del concepto “objeto”. En el caso de las ciencias, objeto designa a aquello que se estudia, la entidad sobre la cual deseamos saber algo. Objetividad significa, por lo tanto, el intento de obtener un conocimiento que concuerde con la “realidad” del objeto, que lo describa o explique “tal cual es”, lo más alejado posible de nuestros deseos y percepciones sensibles inmediatas.
Lo contrario de la objetividad es la subjetividad, lasa ideas que nacen del prejuicio, de la costumbre, las opiniones o impresiones del sujeto.
La relación entre las investigaciones sociales y su carácter científico provoca discusiones. Según la epistemóloga Esther Diaz, “El ideal