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Bernardo de Legarda fue un escultor, tallador, pintor y platero quiteño siglo XVIII, perteneciente a la Escuela Quiteña de arte. Nació en la ciudad de Quito, alrededor del año 1700, aunque se desconoce la fecha exacta.1
A pesar de haber pertenecido a una familia mestiza de escasas posibilidades económicas, pudo ingresar a las mejores escuelas de arte de la ciudad gracias a los grandes esfuerzos de su padre, donde aprendió todos los secretos de una de las mejores escuelas del continente.2 Se casó con Alejandra Velázquez, también mestiza, pero ella se marchó con otro hombre poco tiempo después, haciendo que Legarda se concentre totalmente en su trabajo aislado en su taller, cercano a la Iglesia de San Francisco. Su invaluable obra artística alcanzó su mayor esplendor entre 1730 y 1773, y se caracterizó por los temas religiosos, retablos y calvarios que aún adornan, en calidad de reliquias, algunos de los más antiguos templos quiteños.2 Su primera intervención artística de importancia data de 1731, cuando restauró una imagen de San Lucas para el convento de San Agustín, en Quito.3
Su obra más conocida es la llamada Virgen de Quito (1734), una advocación de la Virgen Inmaculada encargada por los padres franciscanos para su templo.2 La imagen gozó inmediatamente del favor popular, haciéndose de ella innumerables copias e imitaciones que se encuentran en varios países.3 El tipo de Inmaculada creado por Legarda tenía antecedentes en la España del siglo XVII, pero el imaginero quiteño creó una composición jugosa, llena de movimiento y casi musical.3 La Virgen, que lleva los colores azul y rojo en el vestido, alcanza un movimiento airoso en el cuerpo así como en la disposición de las manos.4
En cuanto a su actividad como entallador de retablos hay que destacar uno de características barrocas muy acusadas: el retablo mayor de la Iglesia de La Merced (1748-51), concluido por un discípulo suyo llamado Gregorio. De igual manera con el retablo mayor del monasterio de El Carmen Moderno (o Carmen Bajo), que se atribuye al mismo Legarda y a su discípulo Jacinto López.3 También resulta conveniente destacar su tarea como dorador del tabernáculo del retablo mayor de la Iglesia de la Compañía.1
Entre algunas de sus obras, que adornan las más importantes iglesias quiteñas, están la decoración de la media luna de la cúpula de El Sagrario, la mampara bajo el coro de la iglesia de Santo Domingo, la serie de reproducciones de la Virgen de Quito y asunciones que se encuentran en los templos de San Francisco, Guápulo, Santa Clara y La Concepción.4 Legarda fue también un hábil platero, además de haber realizado cientos de figuras para los tradicionales nacimientos navideños.4
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