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En la actualidad el número de títulos englobados dentro del género de la literatura infantil y juvenil que se publican semanalmente en nuestro país es inabarcable. Sin embargo, estas buenas cifras no han ido aparejadas necesariamente con una mejora de la calidad: se publican libros excesivamente moralistas y que responden a las demandas de los adultos, pero que poco tienen que ver con la huida del aleccionamiento social y moral de los autores del pasado siglo XX. La esperanza está en pequeños sellos editoriales que han iniciado su revolución hacia contenidos que fomenten un espíritu más crítico.
Por Diana Oliver
El eterno debate acerca de si la literatura que recoge obras dirigidas a niños y jóvenes debe ser encasillada o no dentro del término «infantil y juvenil», se mueve entre quienes opinan que es una «etiqueta» negativa y que sólo debería hablarse de literatura, y quienes, por el contrario, creen que es algo positivo. O directamente sin importancia. A caballo entre una y otra afirmación se posiciona Román Belmonte Andújar, docente y autor del blog especializado en LIJ Donde Viven Los Monstruos, para quien el problema viene cuando tomamos la palabra «literatura» en sentido estricto, «porque cuando hablamos de ella desde una experiencia estética y artística, ya no es oro todo lo que reluce, sobre todo cuando nos topamos con libros en los que la moralina o los valores ensucian lo poético y lo verdaderamente literario». A esa literalidad, añade Belmonte que la continua necesidad de «etiquetar» por parte de los adultos, así como la aparición a lo largo de los últimos años de un gran número de obras gráficas (libro-álbum, novela gráfica o literatura infantil digital) y de obras no ficcionales (como el libro informativo), «lo complica todo mucho más». Sin embargo, y pese a todo, no cree en los prejuicios hacia la literatura, se dirija ésta a quien se dirija, por lo que él no deja de leer y opinar sobre obras más allá de las etiquetas. «Soy lector y me gusta leer, nada más», nos dice.
En cambio, Ana Garralón, docente y crítica literaria especializada en literatura infantil y juvenil y autora del blog Ana Tarambana, tiene claro que siempre le han gustado las etiquetas y la de «infantil» le parece muy acertada. No tanto la de juvenil, por cuestiones que admite que serían largas de explicar. «Ningún editor pone edades en sus libros, todo vale para todos y el resultado es que resulta muy difícil saber para qué niveles lectores son los libros. Hace tiempo que hemos perdido la idea de que un libro para niños sea «literatura» y sea «infantil» . Y creo que hay que volver a reivindicarlo. Grandes escritores de literatura infantil y juvenil (LIJ), como Roald Dahl por ejemplo, diferenciaba muy bien su trabajo y su manera de escribir según lo hiciera para adultos o para niños», argumenta.
Fines: cómo la sociedad debería funcionar u organizarse.
Métodos: la manera más apropiada para lograr este fin.
Sociología
División en grupos
Véase también
Referencias