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Los manatíes, esos apacibles mamíferos también llamados vacas marinas, están clasificados como vulnerables por la Unión para la Conservación de la Naturaleza, entre otros motivos, porque muchos de ellos mueren cada año como consecuencia del choque con barcos. De hecho, solamente quedan unos 10 000 ejemplares en estado salvaje.
Los manatíes pertenecen al orden de los sirenios, formada por cinco especies de mamíferos entre las que se encuentran también los llamados dugongos.
Los sirenios son los herbívoros más grandes del océano y son conocidos por ser el origen de muchos mitos y leyendas del mundo entero relacionados con las sirenas.
El mejor ejemplo es el de Cristóbal Colón, que en su primer viaje a las Américas pudo «ver» tres sirenas desde la proa de su barco, como reflejó en su diario: «Cuando el Almirante iba a Río del Oro dijo que vio tres sirenas surgiendo del agua, pero no eran tan hermosas como dicen, pues sus rostros tenían rasgos masculinos».
Efectivamente, los manatíes y los dugongos pueden elevarse considerablemente sobre el agua, mostrando a veces su cola. Además, con unas patas delanteras que cuentan con cinco conjuntos de huesos parecidos a dedos y un cuello vertebrado que les permite girar la cabeza, es posible que los humanos pudieran confundirlos con sirenas al verlos de lejos.
Los dugongos, que viven en el océano Pacífico, también están muy presentes en las leyendas. En 1959 se descubrió una cueva de 3000 años de antigüedad en la que aparecían representados estos animales. En Palaos, los dugongos, que en malayo significa «sirena», son protagonistas de muchas ceremonias y tradiciones: sus habitantes sienten un gran respeto por los seres vivos de su entorno (plantas, animales, aves) y creen que los dugongos fueron una vez humanos.
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