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Los cuentos protagonizados por animales conocidos suelen fascinar a los niños hasta los tres años. De hecho, Ricitos de Oro gusta más por los osos que por la niña con bucles, pues estos representan aspectos de su entorno y su sociedad y destacan por una o dos cualidades increíblemente exageradas. En las fábulas, los animales son un vehículo para mostrar no sólo valores y actitudes, sino también defectos que, generalmente, deben cambiar porque en este tipo de relatos a los malos las cosas no les salen bien.
Así y todo, hay animales que nunca protagonizarán un relato entrañable, ni serán presentados de manera positiva o como mascotas de los pequeños lectores, por ejemplo la serpiente o la hiena. Sin embargo, los niños sí pueden sentir empatía con los personajes que tienen miedo y que se muestran ingeniosos, como el clásico cuento de Los tres cerditos, o El lobo y los siete cabritos, este último de Guillaume Arnaud.
Sin embargo, está cambiando la tendencia común de clasificar los animales con la dicotomía de buenos o malos, útiles o inútiles, fuertes o débiles, listos o torpes, y estos pueden ser presentados de un modo distinto, como en ¡Menudos bichos!, de Elena O´Callaghan i Duch, cuyos protagonistas son un ciempiés que no encuentra zapatos con los que ir al baile, una araña que descubre que tiene una gran habilidad para tejer, una familia de polillas en busca de un nuevo armario donde vivir, o un piojo cuya pesadilla más horrible consiste en tener niños en la cabeza…
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