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Cuenta la leyenda que en las orillas del estado de Paraná, había una india pequeña y fea de rasgos toscos llamada Anah. Era fea, pero en la tarde de verano, su canto se inspiraba en sus dioses y el amor por la tierra que poseían, haciendo feliz a toda la gente de la tribu guaraní. La gente de piel clara arrasó a la tribu y les quitó la tierra, los ídolos y la libertad.
Valeriagarciamontes:
Anahí fue capturada junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando, sin dormir toda la noche, hasta que un día se durmió sobre el centinela y la indigena logró escapar, pero cuando el centinela despertó, para llegar a la meta, se apuñaló el pecho con una daga. Su guardián, y rápidamente huyó a la jungla.
Los gritos del carcelero moribundo despertaron a los otros españoles, que los echaron y se convirtieron en una cacería del pobre Anahi, que pronto fue reemplazado por el conquistador. Para vengar la muerte del tutor, utilizaron la pena de muerte como castigo. La ataron a un árbol y abrieron fuego, aparentemente no queriendo contagiarse a los aborígenes.
Los aborígenes estaban en silencio, en silencio, con la cabeza inclinada hacia un lado. Cuando el fuego comenzó a crecer, Anahi se convirtió en un árbol, haciendo coincidir la planta con milagros asombrosos.
En la madrugada del segundo día, los soldados se enfrentaron a un hermoso árbol de relucientes hojas verdes y suaves flores rojas, mostrando todo su esplendor, como símbolo de valentía y fuerza ante el sufrimiento. .
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