• Asignatura: Castellano
  • Autor: davidalvarez1187
  • hace 5 años

porque el posadero cobraba por el humo​

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Respuesta:

El precio del humo

Cuento popular

Un día, un campesino fue a la ciudad a vender los productos

de su cosecha. De regreso a casa, entró en una posada a

descansar un rato. Como era día de mercado, la posada se

encontraba llena degente.

-¿Qué quieres comer?-le preguntó el posadero.

-Una hogaza de pan y un jarrillo de vino-respondió el

campesino.

Mientras el posadero se alejaba, el campesino fijó

sus ojos en una pieza que estaba asándose en la chimenea y que desprendía un olor delicioso. ¡Cuánto le gustaría

comer un poco de aquella carne! Pero… ¡quién sabe cuánto costaba!

Al cabo de un rato, el posadero regresó con el pan y con el jarrillo de vino. El campesino empezó a comer sin apartar

los ojos del asado … ¡olía tan bien! De pronto, tuvo una idea. Se levantó con el pan en la mano y se acercó al fuego.

Colocó el pan sobre el humo que desprendía el asado y esperó unos minutos. Cuando el pan se impregnó bien de

aquel olor suculento, lo retiró del fuego y se dispuso a comer. Pero al ir a morderlo oyó una voz que gritaba:

-Te crees muy listo, ¿verdad? Intentabas engañarme, pero tendrás que pagar lo que me has robado. Los gritos del

posadero despertaron la curiosidad de la gente. Las conversaciones se interrumpieron y todo el mundo miró hacia los

dos hombres.

-Yo … yo no te he quitado nada. Te pagaré el pan y el vino-dijo el campesino.

-Sí, claro… ¿y el humo, qué? ¿Acaso no piensas pagarlo?

El campesino, sin salir de su asombro, intentaba defenderse.

-El humo no vale nada, pensé que no te importaría…

-¿Cómo que el humo no vale nada? Todo lo que hay en esta posada es mío, Y quien lo quiera, debe pagar por ello.

En ese momento, un noble que se encontraba comiendo en la posada, con otros ilustres caballeros, intervino en la

discusión:

-¡Cálmate posadero! ¿Cuánto pides por el humo?

-Me conformo con cuatro monedas -respondió satisfecho el posadero. El pobre

campesino exclamó preocupado:

-¡Cuatro monedas! Es todo lo que he ganado hoy.

Entonces, el noble se acercó al campesino y le dijo algo en voz baja. El campesino abrió su bolsa y le dio sus cuatro

monedas al caballero.

-Escucha, posadero - dijo el noble haciendo sonar en su mano las cuatro monedas. -Ya estás pagado.

-¿Cómo que ya estoy pagado? ¡Dadme las monedas!

¡Clin, clin! sonaban las monedas en la mano del noble.

- ¿Las monedas? -preguntó el noble. -¿Acaso se comió la carne el campesino? Él sólo cogió el humo. Pues para

pagar el humo del asado bastará con el ruido de las monedas.

Y ante las risas de todos, el posadero no tuvo más remedio que volver a su trabajo y dejar marchar tranquilamente

al campesino

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