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Sin el concurso imponderable de la escritura alfabética, la historia de la etapa prehispánica de los países altoandinos se sustentaba en la memoria de los amautas –los sabios- y las precisiones de tiempo, lugar y principales personajes que constaban en los ‘quipus’. Cuando amautas y quipucamayocs –los que sabían leer los quipus- desaparecieron al golpe de la conquista, aquella historia quedó para ser referida por quienes la oyeron de sus antepasados, como fue el caso de los primeros historiadores mestizos, con todas las imprecisiones y deformaciones que cabe imaginar. Es también la razón para que los historiadores que vinieron después se hayan visto obligados a emitir opiniones sobre hechos importantes, como resultado de sus razonamientos o suposiciones. De ahí que los biopatólogos de Ecuador, Perú y Bolivia, comenzando por el quiteño Dr. Eugenio Espejo, se hayan empeñado en estudiar aquellos factores que bien podrían iluminar enigmáticos acontecimientos de la historia regional. El ‘Quito Propio’, el que iba de Alausí hasta Pasto, se hallaba conformado por dos confederaciones: al norte la quiteña propiamente dicha y la puruhuay al sur. Fueron las que ofrecieron una resistencia feroz -expresión utilizada por un historiador peruano- a la invasión de los Incas. De la actual provincia del Chimborazo salieron pueblos enteros como mitimaes, la única forma de doblegarles. En el norte, la sangre de los resistentes tiñó un lago. Se logró la paz cuando el emperador Huayna Cápac se casó con una princesa de la estirpe de los Duchicelas. Aquella paz se consolidó con el nacimiento de Atahualpa. Cuando Huáscar decidió invadir la heredad de Atahualpa, en respuesta las tropas quiteñas llegaron al Cusco como vencedoras luego de defenestrarle a Huáscar. Fue en la cusqueña fortaleza de Sacsahuaman en la que las tropas quiteñas se enfrentaron a los españoles en defensa del Imperio y se cubrieron de gloria. “Es de saber, dice un cronista español, que esta gente de guerra que nos la defendía -dicha fortaleza- no era natural de esta tierra”, “Los indios de Quito, son muy valientes”. Eran soldados bien alimentados y bien nutridos, digo yo. Los pueblos del Quito Propio contaban con el yodo necesario para mantener un metabolismo normal de las sales yodadas naturales -las salinas yodíferas de los Andes como las denominó Boussingault- que faenaban en cantidades enormes, por el sistema de mita, en las actuales poblaciones de nombre igual, Salinas, de Imbabura y Chimborazo. Con este artículo no le salgo al paso pero sí trato de complementar eso que señala el historiador Rodrigo Villegas en su libro sobre el último Inca del Tahuantinsuyo: la “civilización del maíz” de Caranqui poco significaría en la historia nacional sin el concurso de aquella sal yodada. Ya trataremos otros temas.
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Espero q te ayude....