• Asignatura: Filosofía
  • Autor: gabegtz3
  • hace 5 años

filosofíasistematizadora ​

Respuestas

Respuesta dada por: cristalmosquera22
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Respuesta:

la función sistematizadora de la filosofía, a la primera, y la función terapéutica de la filosofía, a la segunda. Los nombres no son míos, sino que se pueden encontrar en muchos manuales de filosofía. Yo los tomo específicamente de un artículo de Pablo Quintanilla (2007) en el que identifica a un grupo de filósofos preocupados por una filosofía sistemática – Hegel, Kant, Habermas, etc. – y otro grupo de filósofos preocupados por una filosofía de tipo terapéutica – Sócrates, Wittgenstein, Rorty, etc. – En mi opinión, cada uno de estos filósofos han privilegiado una función de la filosofía, pero no afirmaría que cualquiera de ellos haya dejado de lado la otra función que no priorizaba en su trabajo. Es solo una cuestión de prioridad, pero la filosofía, en cualquiera de sus escuelas o estilos, siempre ha cumplido y cumple estas dos funciones que he mencionado.

6. La función sistematizadora de la filosofía

La función sistematizadora de la filosofía hace referencia a la preocupación inaugural que movió a los filósofos hace veinticinco siglos, es decir, la urgencia por comprender su mundo. La función sistematizadora de la filosofía es la búsqueda de la filosofía por aportar a la comprensión del mundo a partir de conceptos que puedan iluminar nuevos aspectos del mundo. Cuando Kant introdujo el concepto de autonomía, cuando Nietzsche nos habló del superhombre, o cuando Habermas nos presentó la acción comunicativa, cada uno lo que estaba haciendo era iluminar y sistematizar un aspecto del mundo que no se aclaraba y que gracias a tales conceptos resultó más comprensible. Esa es una función que la filosofía cumple para la sociedad y que la ha cumplido desde sus inicios. El mundo de las ideas de Platón o las esencias y accidentes de Aristóteles cumplieron la misma función. En su momento, intentaron comprender mejor el mundo que a los griegos les interesaba.

No obstante, afirmar que la tarea de la filosofía es colaborar con la comprensión del mundo aportando conceptos que sistematizan y ordenan dicho mundo puede resultar siendo bastante ingenuo. Hay muchas preguntas detrás de tal afirmación que requieren aclararse para entender mejor esta función que estoy presentando. En primer lugar, cabría preguntarnos por qué es necesaria una constante creación de nuevos conceptos, si la historia de la filosofía ya ha aportado los conceptos suficientes como para una completa sistematización del mundo. En segundo lugar, también podríamos preguntarnos por qué la filosofía hace esto y no las otras disciplinas científicas. De hecho, también la ciencia ha aportado conceptos en la comprensión del mundo y entonces esto no parece propio de la filosofía. Finalmente, y quizá sea la pregunta más difí- cil de responder es tratar de identificar cuál es el lugar propio de la filosofía desde el cual se plantea dicha sistematización del mundo. Este último es un aspecto metodológico de suma importancia pues allí donde aparece la particularidad de la filosofía. Responderé en seguida cada una de las tres preguntas planteadas de manera que pueda así iluminar lo que concibo como la tarea de la filosofía.

La primera pregunta planteada, que es más una objeción, es por la necesidad de seguir proporcionando conceptos cuando las historias de la filosofía y la ciencia parecen ya haber aportado lo suficiente y hasta en demasía. La respuesta me parece un poco obvia y no requerirá de mucha argumentación: el mundo es cambiante y la comprensión de este debe necesariamente hacerse histórica y culturalmente adecuada. Lo que significa que conceptos que en algún momento fueron iluminadores pueden en otro momento llegar a ser significativamente vacíos. Aristóteles pensó su mundo a partir del concepto de esencias. Galileo, veinte siglos después, creyó en cambio que las esencias ya no eran importantes y que más bien de lo que se trataba era de comprender lo que él llamó afecciones, es decir, la manera en cómo los cuerpos se relacionan unos con otros. Lo cierto es que hoy en día ni esencias ni afecciones son mayormente importantes para la comprensión de nuestro mundo, por lo menos no en el sentido en que Aristóteles o Galileo las pensaron. Puede ser que todavía haya filósofos que piensen la necesidad de conocer la esencia de algo, pero creo que su concepto de esencia ya se ha transformado lo suficiente como para reconocer un concepto diferente a las esencias aristotélicas.

CORONITA PLIS

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