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La mujer en África tiene actualmente alrededor de 4,7 hijos de media. Esto varía significativamente desde 2,5 hijos en África meridional a entre 5,5 y 5,8 en África central y occidental. El promedio en otras partes del mundo es de 2,2 o incluso menos, y el promedio mundial es de 2,5 hijos por mujer.
Una de las razones por las que las mujeres en África todavía tienen tantos hijos es por la edad en la que se convierten en madres por primera vez, que es más de 4 años antes que el promedio mundial, a los 26. Además, las tasas de natalidad entre las adolescentes son muy altas. En África central y occidental, por ejemplo, son casi tres veces superiores al promedio mundial.
El impacto que tiene la maternidad temprana en el rápido crecimiento de la población es habitualmente ignorado, lo que es un error, porque sus efectos sobre la fertilidad son directos ya que un inicio temprano en la maternidad aumenta los años de exposición al embarazo.
También tiene efectos indirectos. En primer lugar, las mujeres que comienzan a procrear pronto pueden ver mermada su capacidad para decidir o negociar sobre su rol reproductivo. También pueden perder oportunidades de desarrollo personal, como la educación formal, porque esta compite directamente con la maternidad.
En segundo lugar, el inicio temprano en la maternidad conduce a diferencias intergeneracionales más cortas, lo que se define como la diferencia de edad entre madres e hijas y que agrava las tasas de crecimiento de la población.
Retrasar el inicio del matrimonio y la maternidad –en la mayoría de los países africanos van unidos– podría reducir considerablemente la tasa de crecimiento de la población. Esto podría ocurrir incluso sin necesidad de cambiar los comportamientos relacionados con la fertilidad.
Otro factor relevante gira en torno a la planificación familiar.
Aproximadamente una de cada cuatro mujeres del continente tiene una necesidad de planificación familiar no resuelta. Son las mujeres sexualmente activas que desean interrumpir –o retrasar la maternidad al menos un par de años– pero que no utilizan ningún método anticonceptivo moderno. El apoyo a estas mujeres para que logren controlar su fecundidad podría reducir significativamente el crecimiento de la población.
También hay pruebas de que la mitad de las diferencias en la fertilidad entre los países del África subsahariana y las demás regiones se deben a diferencias en los programas de planificación familiar y a los entornos sociales. Los cambios en el entorno social pueden facilitar que los anticonceptivos sean más accesibles y reducir así el aumento de la población.
Los entornos sociales pueden modificarse organizando comunitariamente la prestación de apoyo a la planificación familiar, así como la dispensación de anticonceptivos. La disponibilidad de centros de planificación familiar puede estimular el uso de estos servicios incluso entre las mujeres desfavorecidas, pobres, analfabetas y rurales.
Abordar estas diferencias puede ayudar a conocer las necesidades de las mujeres en África y a reducir considerablemente el incremento de la población.
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