Relación entre la determinación y Durkheim

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Respuesta dada por: denissluna07gmail
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Las interpretaciones corrientes de la tradición sociológica suelen ubicar a Émile Durkheim entre aquellos autores que parten de la observación de la totalidad social y buscan explicar los hechos sociales a través de relaciones causales (Nisbet, 1969; Zeitlin, 1970; Gouldner, 1973; Giddens, 1992; Habermas, 1987). Junto con autores tan distintos como Karl Marx, Talcott Parsons y Claude Lévi-Strauss, Durkheim es considerado como uno de los principales defensores de una visión estructural de la realidad social, que desarrolla una perspectiva interesada sobre todo en el peso de los condicionamientos objetivos y aboga por una ciencia social que capte las regularidades empíricas en el funcionamiento de las instituciones colectivas.

Al contrario, en las presentaciones canónicas de la obra de Durkheim, la acción humana tiende a disolverse en sus determinaciones estructurales y no existe espacio para un comportamiento significativo susceptible de interpretación. Esta última perspectiva ha sido, sin embargo, la clave en las teorías sociológicas de la acción. Tanto la sociología comprensiva (Weber, 1922; Schütz, 1972 y 1974) como el interaccionismo simbólico (Mead, 1973; Blumer, 1982; Goffman, 1997) parten de la concepción de un individuo que interviene en un mundo compartido con otros, para luego procurar una aproximación cualitativa y singular de los problemas relativos al significado que afloran en el desarrollo de la acción. Si la primera perspectiva es el punto de partida de una sociología crítica que puede revelar los mecanismos ocultos de funcionamiento de la sociedad, la segunda ofrece herramientas para una concepción dinámica de la realidad que evita la naturalización de lo que se presenta como dado y permite pensar el cambio social desde la perspectiva de la agencia de los seres humanos en su mundo compartido.

En esta clasificación de las principales corrientes del pensamiento social, otros autores —tan complejos, ricos y contradictorios como el propio Durkheim— aparecen reducidos a una visión toscamente individualista y reacia a aceptar la existencia de objetivaciones sociales más o menos duraderas. En cierto modo, objetivismo y subjetivismo, holismo e individualismo, estructuralismo y accionalismo, naturalismo y comprensivismo, son dos polos que organizan un sistema de clasificación que sirve a fines pedagógicos, pero que difícilmente hace justicia a los objetos clasificados (en este caso, autores como Durkheim, Marx, Weber o Simmel), ni permite necesariamente un uso crítico y reflexivo de las herramientas ofrecidas por esos autores para producir razonamientos sociológicos o hipótesis de investigación (Lado y Lorenc Valcarce, 2010).

En los manuales de introducción a las ciencias sociales, esta distribución de las teorías suele ir acompañada por una serie de etiquetamientos de tinte ideológico: en el caso de Durkheim, además de objetivista, determinista e idealista, se le ha calificado de funcionalista, organicista, conservador, "sociólogo del orden" (Gouldner, 1973; Nisbet, 1969; Zeitlin, 1970). Esta apreciación teórica y política, que resulta de una interpretación particular del pensamiento de Durkheim, tiende a servir de guía a las ulteriores lecturas de su obra, invisibilizando ciertas formas de pensamiento y desterrando aquellos pasajes que no resultan congruentes con la imagen idealizada —y consagrada— de la "teoría durkheimiana". Tienden así a sobreestimarse conceptos tales como conciencia colectiva, órgano, cohesión social, diferenciación social, anomia, función. El esquema se vuelve tan arraigado que toda idea que no encaje en él pasa desapercibida.

Es cierto que muchos esfuerzos se han realizado para tratar de desarmar las caricaturas construidas por muchos comentaristas célebres (Lukes, 1972; Giddens, 1997). Incluso en términos más estrictamente políticos, han sido importantes las contribuciones realizadas en Francia (Lacroix, 1984), en Canadá (Fournier, 2007) y en nuestro propio medio (De Ípola, 1997; Sidicaro, 2003 y 2011). Sin embargo, no todos los reduccionismos han sido aún removidos.

El presente artículo se propone rivalizar con una lectura esquemática —y todavía dominante— de la obra de Durkheim. No se busca una interpretación "más correcta" o "más adecuada" de su pensamiento. Tampoco se intenta un equilibrio entre objetivismo y subjetivismo, para mostrar que finalmente el autor es un poco menos determinista de lo que se pensaba. Naturalmente, tampoco me anima la búsqueda de una rehabilitación o celebración del maestro contra la iconoclastia de ciertas lecturas quizás malintencionadas. Se trata, simplemente, de imponer una clave de lectura a una obra: encontrar en ella los elementos para una problematización de la acción humana. Esto puede permitir una apropiación distinta de la obra de Durkheim, permitiendo que muchos de sus conceptos centrales puedan ser interpretados a la luz de sus usos en contextos específicos de razonamiento sociológico.

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