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el último decenio del siglo XX, América Latina experimentó un vuelco extraordinario a medida que los países abandonaban, una tras otra la consigna de la industrialización autónoma, que habían preconizado los propios intelectuales en una etapa anterior, y se embarcaban en un nuevo modelo de desarrollo basado en las economías abiertas y en la competencia global. El neoliberalismo, como se ha denominado a este modelo, es en realidad una vuelta al pasado, cuando los países latinoamericanos participaban en la economía mundial sobre la base de sus ventajas comparativas como productores de bienes primarios, en tanto que importaban manufacturas y tecnología del mundo industrializado. Había sido precisamente, la vulnerabilidad de estas economías sujetas a los vaivenes de los mercados externos lo que aconsejó las políticas neokeynesianas de sustitución de importaciones a mediados del siglo XX (Prebisch, 1950; Furtado, 1970). Las políticas recomendadas por la resucitada ortodoxia liberal y el Consenso de Washington", que les dio el respaldo ideológico, han sido descritos extensamente en la literatura contemporánea de las ciencias sociales (Sunkel, 2001; Robinson, 1996; Portes, 1997). También han sido analizadas las consecuencias de esas políticas, tanto en función del crecimiento económico como de la equidad social (Filgueira, 1996; Roberts, 2001; de la Rocha, 2001). Menor atención han merecido las repercusiones de esta profunda reorientación de los países latinoamericanos sobre sus estructuras sociales y, particularmente, en los patrones de estratificación social del largo plazo. La estructura de clases de estas sociedades no podía, ni tampoco pudo, mantenerse al margen de los grandes cambios producidos en su organización productiva y en el comercio mundial global. Aunque organismos tales como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han estudiado la evolución de la pobreza y la desigualdad en la región, su enfoque analítico no les ha permitido formular estas tendencias sistemáticamente desde la perspectiva de las clases sociales (CEPAL, 2000; OIT, 2000). El concepto de clase social - dado su origen marxista y la consiguiente connotación de nociones tales como conflicto, privilegio y explotación (Grusky y Sorensen, 1998; Wright, 1997)- suele excluirse de las publicaciones oficiales de dichas organizaciones. Sin embargo, tal omisión implica pasar por alto aspectos significativos de la dinámica social contemporánea, al privarla de una valiosa herramienta analítica. En este trabajo se intenta salvar esta falencia se reintroduce explícitamente a las clases sociales como marco conceptual para el análisis de las sociedades latinoamericanas contemporáneas, se aporta estimaciones empíricas y se procura explicar también cómo han variado entre países y a través del tiempo3. El análisis puede interpretarse como una extensión explícita y una revisión de un artículo anterior, publicado hace diecisiete años, mediante el cual se intentó describir la estructura de clases en las sociedades latinoamericanas durante la etapa final del proceso de sustitución de importaciones (Portes, 1985)."