Respuestas
Respuesta:
Para algunas personas fracasar supone algo irreparable, imperdonable… un resultado que no se “pueden permitir”. Desde esta perspectiva, la presión por evitar el fracaso podría llevar a “dejar de actuar”.
Las emociones que generan una visión tan “determinante” del concepto de fracaso, limita nuestra capacidad de afrontar las metas propuestas, e implica que la persona tenga la creencia de que no puede asumir futuros proyectos por miedo a la posibilidad de fracasar.
El miedo al fracaso está en gran parte condicionado por tres factores:
La interpretación que realizamos de la situación.
La anticipación que hacemos de las posibles consecuencias.
La valoración que hacemos de nosotras o nosotros mismos a partir del resultado que obtengamos.
Explicación:
Podemos evitar exponernos a determinadas situaciones porque realizamos una valoración de la situación irreal, exagerada o desajustada.
Hemos hablado en otras ocasiones de la ansiedad, mencionando que, originalmente, es un mecanismo que nos permite ponernos en estado de alerta ante un peligro; pero en ocasiones este mecanismo “falla” y se convierte en una respuesta desadaptativa, al activarse sin que haya un motivo real para hacerlo.
De igual modo, realizar una interpretación inadecuada de una situación nos podría llevar a evitarla por considerar que el riesgo es excesivo y que no estamos en disposición de afrontarla.
También, en ocasiones amplificamos las posibles consecuencias de cometer un error al enfrentarnos a la situación, anticipándonos a los resultados y haciendo previsiones con una visión catastrofista y negativa; aplicamos el dicho popular de “piensa mal y acertarás”.
Por último, pensamos que tener éxito o fracasar nos define como personas, confundiendo “tener un fracaso” con ser un o una “fracasada”, y caemos en una simplificación que reduce la riqueza y complejidad de la persona.