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Respuesta:DAME CORONITA UWU
En Trilce, Vallejo escarba en la condición humana (1997). Y lo hace de manera implacable. Llega entonces al absurdo, al sinsentido como condición primordial de la existencia. La vida no tiene una dirección trascendente, dada de antemano. Tenemos que crearla. Y, ahora, en la modernidad, es cada uno quien tiene que hacerlo. La alternativa es dejarse arrastrar por los convencionalismos. Pero eso no es vida. Eso es no haber nacido. Un destino triste. “No haber sido sino muertos siempre” (Vallejo 1997:133). El absurdo tiene multitud de rostros. El aburrimiento y el tiempo detenido, el dolor sin causa ni esperanza, la añoranza de lo perdido definitivamente. Es un estar pasmado sin futuro, una sensación de encierro, de encogimiento de la potencia de ser. No tiene causa porque es el hecho primordial que siempre acecha. Es una angustia constituyente que nunca deja de regresar. Entonces, la vida pasa por enfrentar esa sensación de absurdo. Si queremos escapar de la confrontación, caemos en la banalidad de lo que se reitera. Pero aún así, el absurdo regresaría. No hay lugar donde estar a salvo.
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