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El cambio climático es uno de los mayores retos de nuestra era. Sin embargo, la necesidad de asegurar el acceso a la energía para gozar de calidad de vida y para el desarrollo económico es igual de importante. Por tanto, es esencial abordar el cambio climático como parte de la agenda de desarrollo sostenible. El progreso continuo en el desarrollo de nuevas tecnologías ha aportado confianza y esperanza de lograr estos objetivos en el sistema energético. Las drásticas reducciones de precios y el avance tecnológico de los molinos de viento y la energía solar fotovoltaica han demostrado que estos recursos de energía renovable pueden desempeñar un papel importante en los sistemas mundiales de electricidad y que los avances decisivos, anticipados desde hace mucho tiempo, en tecnología de almacenamiento eficaz en función de los costos cambiarían de forma sustancial las matrices energéticas primarias.
Estos avances han conducido invariablemente a presumir que hemos "acabado" con los combustibles fósiles en todo el sistema energético, que no hay necesidad de seguir desarrollando nuevos recursos y que tenemos que dejar de usarlos tan pronto como sea posible. Esta hipótesis también ha llevado a tener una percepción de tecnologías "buenas" basadas en energías renovables en los sistemas energéticos mundiales de hoy en día, por una parte, y de tecnologías "malas" basadas en combustibles fósiles, por la otra. La realidad es que este debate tiene muchos más matices y requiere una investigación mucho más minuciosa. La tecnología de secuestro del carbono y la gestión de las emisiones de metano en toda la cadena de valor de la energía fósil pueden ayudar a cumplir los ambiciosos objetivos de reducción de emisiones de CO2 mientras los combustibles fósiles sigan formando parte del sistema energético. Gracias a ello los combustibles fósiles podrán convertirse en "parte de la solución", en vez de seguir siendo "parte del problema". Todas las tecnologías tienen una función que desempeñar en un sistema energético guiado por la economía racional.
Los combustibles fósiles comprenden el 80% de la demanda actual de energía primaria a nivel mundial y el sistema energético es la fuente de aproximadamente dos tercios de las emisiones globales de CO2. En vista de que se cree que las emisiones de metano y otros contaminantes climáticos de corta vida están muy subestimadas, es probable que la producción y el uso de energía sean la fuente de una proporción de emisiones incluso mayor. Asimismo, gran parte de los combustibles de biomasa se usan actualmente para calefacción y cocina a pequeña escala en todo el mundo. Estos combustibles son extremadamente ineficientes y contaminantes, sobre todo en lo que respecta a la calidad del aire interior en muchos países menos adelantados. El uso de biomasa renovable de esta manera es un problema para el desarrollo sostenible.
Si continúan las tendencias actuales, o dicho de otra manera, si la proporción actual de combustibles fósiles se mantiene y la demanda energética casi se duplica para 2050, las emisiones superarán enormemente la cantidad de carbono que se puede emitir si se ha de limitar el aumento medio de temperatura a nivel mundial a 2oC. El nivel de emisiones tendría consecuencias climáticas desastrosas para el planeta. Entre las posibilidades con las que cuenta el sector energético para reducir las emisiones cabe destacar sobre todo, la disminución de la cantidad de energía consumida y de la intensidad carbónica neta del sector energético al cambiar y controlar las emisiones de CO2.
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