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En la segunda mitad del siglo XIX se produjo la revolución en los transportes y viene marcada fundamentalmente por la aplicación de la máquina de vapor a los barcos y al ferrocarril.
La Revolución Industrial no hubiese podido prosperar sin el concurso y el desarrollo de los transportes, que llevarán las mercancías producidas en la fábrica hasta los mercados donde se consumían. Estos nuevos transportes son necesarios no sólo en el mercado interior sino también en el comercio internacional, ya que en este época se crean los grandes mercados nacionales e internacionales.
Aunque la navegación a vela seguiría dominando los mares hasta que los nuevos barcos a vapor fueran superando los inconvenientes iniciales. El problema del almacenamiento de carbón para alimentar la máquina de vapor, que ocupaba demasiado espacio en los barcos iba en detrimento de la carga comercial que éstos podían transportar. Pero se solucionó creando en las rutas marítimas unos puestos de abastecimiento de carbón. Cuando se aplicó el invento de la hélice, los barcos a vapor resultaron el medio de transporte por excelencia en las grandes travesías.
Sin duda alguna, el desarrollo del ferrocarril fue la gran empresa del siglo XIX y las consecuencias de su utilización fueron enormes para la economía facilitando el traslado de mercancías así como la exportación e importación a otros países. Desde el punto de vista industrial, impulsó de manera considerable la producción de raíles, vagones, locomotoras, etc., lo que requería mucha más mano de obra.
Desde el punto de vista social el desarrollo del ferrocarril modificó las mentalidades al facilitar la movilidad personal y agilizar los intercambios con otras zonas de diferentes costumbres y mentalidades. Incluso en el terreno militar facilitaba el transporte rápido de las tropas así como su avituallamiento en las guerras.