que virtud practicaba simon el estilita
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Simeón el Estilita fue un santo anacoreta diferente, pues a la edad de 32 años se subió a lo alto de una columna (stylos en griego) de la cual no volvería a bajar durante los 37 años siguientes hasta acabar sus días. En lo alto de la columna pudo encontrar la tranquilidad que no encontró cuando años antes se había ido a vivir a una cueva en el desierto a la que se hizo encadenar. Sin embargo allí la visita constante de peregrinos no le dejó dedicarse a su vida de oración y sacrificio, fue en este momento cuando ideó este nuevo modo de vivir totalmente nuevo y diferente, que crearía escuela y que hizo de él una figura admirada en todo el mundo conocido.
Simeón nació en el año 390 en Sisan cerca de Tarso, en la actual Siria. De niño fue pastor de ovejas hasta que un día en la iglesia se entusiasmó al oír el sermón de la montaña de las bienaventuranzas: "dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos, dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Decidido a llevar una vida acorde con ellas decidió ingresar en un monasterio.
Así a los 15 años pudo cumplir su deseo y entró en uno. Estando allí en una ocasión, durante la Cuaresma decidió imitar a Jesús y pasar sus 40 días ayunando. Tras consultar a un monje más anciano se convenció que lo podría resistir, pues según este un hombre podía aguantar hasta 55 días sin comer. Cuenta la tradición que durante esta cuaresma rezó 14 días de pie, después 14 sentado y los últimos días acostado debido a la debilidad. El domingo de Resurrección fue encontrado desmayado en el suelo por el abad del monasterio, que encontró los panes y el agua que le habían llevado desde el monasterio a su lado sin tocar. Hay que decir que el Sabbath no se cuenta dentro de la Cuaresma por lo tanto aquellos que ayunan si que pueden comer.
Tras conseguir reanimarlo el abad del monasterio descubrió que llevaba una forma primitiva de cilicio incrustada en su cintura, se dice que fue el propio Simeón su inventor. El abad no lo consideró adecuado, pues creía que una penitencia tan extrema podía llevar al resto de los hermanos a exagerar sus mortificaciones así que le invitó a abandonar el monasterio.
Después de la Cuaresma se fue a una pequeña cueva en el desierto en la que pretendía permanecer prisionero el resto de su vida, en un primer momento se mandó encadenar para evitar la tentación de volverse a la ciudad, aunque más tarde como medida de humildad mandaría retirar la cadena. En estos momentos era ya un personaje conocido y el flujo de peregrinos a su cueva para pedir su bendición y consejo era constante.
Fue en este momento cuando se subió a su columna, incapaz de escapar del mundo horizontalmente lo intentó verticalmente. La primera columna en la que vivió era de sólo 3 metros, la segunda sería de 7, pero como aún la gente trataba de subirse a ella, hizo levantar la que sería la definitiva de 17 metros. En lo alto de columna había una pequeña plataforma y algo parecido a una balaustrada para no caerse, pero no había nada más que le protegiera del sol, el agua, a las tormentas o el viento.
Se cuenta que sólo comía una vez por semana. La mayor parte del día y la noche la pasaba rezando y un sacerdote le llevaba la Comunión a diario. Su peculiar modo de vivir encima de una columna sin duda impresionó sus contemporáneos y su fama se extendió por toda Europa. Las gentes acudían desde lugares lejanos en masa buscando su consejo y él les predicaba dos veces por día a la vez que resolvía pleitos entre los que estaban peleados. Cuenta la tradición que Simeón no permitía a ninguna mujer acercarse al pilar, ni siquiera su propia madre.
En lo alto de la columna tuvo que pasar muchas pruebas, desde gente que acudía a insultarlo para probar su paciencia, hasta críticos que consideraban que su peculiar modo de vida era un simple capricho y no un intento de búsqueda de la santidad. Una delegación de estos críticos acudió a su columna y le exigieron que descendiera, Simeón sabiendo que sin obediencia no hay santidad se dispuso a seguir sus órdenes pero no fue necesario que bajara pues al ver su docilidad los Obispos le rogaron que permaneciera arriba.
Su fama e extendía y se dice que el Emperador Theodosio y su mujer Eudocia acudieron a oír sus consejos, también se comenta que mantenía correspondencia con San Genoveva de París o con el Emperador Bizantino Leo al que aconsejaba sobre concilios y reformas. Simeón no perdía el contacto con el mundo, es más cuanto más alta era su columna más gente acudía a verlo, ya no sólo peregrinos sino también gentes atraídas por la curiosidad. A algunos de estos visitantes se les permitía subir a su columna por medio de una escalera cada tarde para pedir consejo.
Contrario a lo que se pueda creer, debido a la austeridad que el santo se exigía a si mismo, sus prédicas transmitían moderación y compasión, y estaban fuertemente marcadas por el sentido común y la huida del fanatismo.