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Durante el confinamiento estamos hablando por los codos, ya sea cara a cara con los seres más cercanos o con personas que viven en otros barrios, ciudades o países. Muchas de estas conversaciones han sido reconfortantes, pero otras han surtido el efecto contrario. “Las palabras no se las lleva el viento, ni siquiera en cuarentena”, recuerda Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española en la Universidad de Barcelona y autora del libro Cosas que pasan cuando conversamos (Ariel).
“Estos días de confinamiento nos están permitiendo advertir la importancia que las conversaciones cotidianas tienen en nuestra vida, importancia que hasta el momento ha pasado desapercibida”, explica esta experta en comunicación que asesora a los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, así como al Ministerio de Justicia, al Consejo General del Poder Judicial y a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, entre otros organismos.
“La reclusión forzada nos brinda la oportunidad de ser conscientes de lo que decimos y cómo lo expresamos. Los intercambios comunicativos durante estos días, tanto pueden servir para mantener nuestro temple y armonía con el resto del grupo, como para estresarnos y angustiarnos todavía más”, advierte.
Para muestra un botón: el aislamiento forzoso de muchas ciudades chinas ha provocado, según explica el diario Global Times, que muchos ciudadanos chinos hayan intentado divorciarse por teléfono