Respuestas
Explicación
Lo primero que hay que recordar y subrayar, para poner en su sitio lo que diré a continuación, es que todo conocimiento científico es provisional y está permanentemente sujeto a revisión. Y que, además, lo que voy a contar son especulaciones con base científica rigurosa, pero especulaciones al fin, que tratan de dar explicación a lo que hasta estos momentos hemos podido observar con los telescopios e instrumentos más avanzados. La realidad completa del inconmensurable Cosmos nos es inasequible, por nuestra propia finitud. En definitiva, que siendo mucho, muchísimo, lo que sabemos, es muchísimo más lo que aún ignoramos. He tenido que vencer la tentación de escribir en esta puesta al día, junto a cada aseveración, el racimo de preguntas incontestadas que la envuelven. Estas profundizaciones hay que dejarlas para libros especializados.
Dicho todo esto, aún resulta más emocionante contemplar la aventura inacabada y bella de los humanos avanzando a ciegas, pero decididos, tras los misterios infinitos, impelidos por su curiosidad y su afán innato por conocer que nos ha hecho capaces de superar nuestras fuertes limitaciones hasta cotas impensables. Por ejemplo, en el caso concreto del sentido de la vista, siendo unos bichos bastante cegatos, incapaces de distinguir objetos lejanos, y limitadísimos en el rango de longitudes de onda del espectro electromagnético que nos es asequible, hemos sido capaces de inventar unas «prótesis» maravillosas, que son los telescopios, para lograr «ver» objetos celestes que están a distancias tan enormes que tenemos que medirlas en miles de millones de años luz.
Según ha ido aumentando nuestra capacidad de «ver», de observar más lejos y con más detalle, nuestra idea del Cosmos ha ido cambiando, y lo ha hecho drásticamente en los últimos tiempos (figura 2). Por no remontarnos demasiado en la historia, retrocedamos sólo hasta el Renacimiento, a la época de la «revolución copernicana», que quitó a la Tierra del centro del Universo, después de reducirla a un cuerpo redondo girando en torno al Sol, y nos mostró que el material celeste era de nuestra misma naturaleza. No más divino que el propio polvo terrestre. Durante unos pocos siglos anduvimos maravillados con estas cosas tan insólitas y fantásticas, y entretenidos con la precisa mecánica celeste estudiando los movimientos de los cuerpos de nuestro Sistema Solar. Consecuentemente, se creía en la perfección del reloj cósmico y la inmutabilidad del Universo.