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Básicamente, las semejanzas simbólicas entre el Apartheid y el Muro de Berlín yacen en el aislamiento y la separación entre dos grupos de individuos.
Si bien con el apartheid se intentaba una separación racial y el muro de Berlín se enfocaba en una ideológica, ambos elementos tenían como meta el evitar el contacto o mezcla entre ciertos sectores de una sociedad.
Pese a que el muro berlinés era una barrera física que dividía literalmente la capital alemana, este comparte con el apartheid la creación y estricta vigilancia de ciertos espacios separados. Es decir, que los individuos no podían entrar a los espacios que no fueran de su clase, salvo estrictas excepciones.
Por todo ello, se puede decir que ambos elementos tienen en común símbolos relacionados a las prohibiciones y a la vigilancia. A su vez que en ellos había una amenaza de agresión o castigo para aquellos que rompiesen con sus normativas.
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Espero haberte ayudado.
Saludos
Respuesta:
ANTES: Un orden internacional acartonado
La guerra fría, a pesar de su amenaza, tenía una nítida sencillez. Bipolaridad entre Washington y Moscú, Tercer Mundo debatiéndose por un difícil no alineamiento, puesta en marcha de la integración europea, equilibrio del terror en la escalada armamentista y en las alianzas poliédricas; OTAN, SEATO, Pacto de Varsovia, proliferación de organizaciones internacionales bajo el paraguas onusiano, estabilidad y tensión en un escenario de riesgos calculados. Conflictos periféricos como Corea, Cuba, Vietnam, África Subsahariana y las dialécticas entre dictaduras y revoluciones en la América hispana dibujaban un tinglado no fácil de embridar que el temor al estallido de una III Guerra Mundial siempre lograba desactivar, como se vio en la crisis de los misiles, en Berlín, en Hungría, en Suez o en la Primavera de Praga. La descolonización fue el otro cambio histórico estelar del periodo y el nacimiento de un centenar de estados que transformaron la estructura de los actores, medios y factores del sistema. Oriente Medio y en su centro las guerras arabe-israelíes de 1948, 1956, 1967 y 1973 constituyó el espacio más peligroso, que ha transferido su problemática al periodo posterior a la Guerra Fría.
La coexistencia a partir de los años sesenta dio acartonamiento y resignación a un orden internacional que parecía llamado a perdurar secularmente y que a la vez ofrecía un cierto respiro a unas sociedades occidentales cada vez más desarrolladas, democráticas y pujantes. Es una época que vive asombrosos progresos en todos los campos científicos y tecnológicos, del microcosmos al macrocosmos, como ilustra la carrera espacial, desde el primer satélite ruso en 1957 a la llegada a la Luna de los americanos en 1969, símbolo emblemático de un mundo partido en dos, ante la mirada inquieta de los demás actores que expresaban su deseo de policentrismo.
Pedro Lozano Bartolozzi, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Navarra.

Keneddy y el alcalde de Berlín Oeste, Willy Brandt, visitaron el 26 de junio de 1963 el Checkpoint Charlie. Durante esta visita, Kennedy pronunció su conocida frase: «Ich bin ein Berliner»
DESPUÉS: Multipolarismo y globalización
El primer dato incuestionable es la globalización del sistema internacional. Sin embargo, este mundo interconectado por las redes de la telemática ofrece injusticias y contrastes no menos patentes. Es un sistema asimétrico. El número de actores se modifica. Solamente de la exURSS y la exYugoslavia han surgido veinte estados. Los miembros de la ONU pasan de 159 en 1985 a 192 en 2009. El fin de la Bipolaridad en la década finisecular abrió un esperanzador horizonte optimista bajo el hegemonismo norteamericano que hizo a Fukuyama plantear el Fin de la Historia.
Tras el espectacular atentado del 11-S en 2001 la seguridad saltó por los aires y Huntington sugiere el choque de Civilizaciones. El tsunami conflictivo vuelve a sacudir el horizonte con el terrorismo internacional, las guerras de Afganistan e Irak, la involución en el contencioso israelí-palestino, los etnonacionalismos yugoslavos, los Estados fallidos, las mafias de delincuencia organizada. El complejo entramado de actores no estatales contrasta con la afirmación de potencias emergentes como China, India o Brasil, el resurgir de Rusia o el rediseño de la Europa de Lisboa con 27 miembros. La gestión multilateral de crisis, y la formación de los grupos G como el G-8 o el G-20 ilustran la deriva hacia el multipolarismo e incluso se habla de un mundo postamericano. La degradación del medio ambiente, las pandemias, las migraciones, el desgaste de las ideologías y los desajustes Norte-Sur y Este-Oeste dibujan el perfil de un siglo XXI complejo y tal vez turbulento, que necesita urgentemente encauzar su dinámica para lograr un mundo más libre, menos pobre y más seguro.