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Marte, más cerca que nunca
José de la Herrán
A fines de este mes, concretamente el 27 de agosto, el enigmático planeta Marte estará a 56 millones 760 mil kilómetros de la Tierra: la menor distancia que en tiempos históricos ha habido entre los dos planetas.
Marte siempre nos ha parecido un planeta enigmático debido quizá a dos razones, una subjetiva y la otra objetiva. La subjetiva se relaciona con su color rojizo, lo que ha hecho que la humanidad, desde que se fijó en él, lo haya considerado como un planeta siniestro porque evoca el fuego y la sangre; así, se le ha relacionado con tragedias, desastres y catástrofes. Por ejemplo, en su mitología los griegos lo llamaban Ares y lo consideraban el dios de la guerra. En consecuencia, se aterrorizaban cuando el planeta se acercaba a Antares —una gigante roja que los astrónomos llaman “El alacrán”—, la estrella más brillante de la constelación Scorpius, pues temían una pelea entre ellos y, por extensión, la ocurrencia de toda clase de percances y calamidades para los humanos. De hecho “antares” significa “antimarte”. Este acercamiento entre Marte y Antares ocurre cada 687 días, tiempo que tarda Marte en dar la vuelta al Sol.
La razón objetiva es que Marte es el único planeta que cambia de brillo en forma muy notable en su tránsito por el cielo, al grado que en ciertas épocas casi no se percibe y en otras, su brillo sobrepasa al de los demás objetos celestes, con excepción, claro, de la Luna y el Sol. El cambio de brillo se debe a que la distancia entre Marte y la Tierra varía enormemente; cuando se encuentra más cerca, como ahora, se halla a menos de 60 millones de kilómetros de nosotros y, cuando está más lejos, antes de desaparecer detrás del Sol, se encuentra a casi 400 millones; esto es, una proporción de 1 a 6 en distancia, lo que significa una disminución de su brillo de 1 a 36 (según la ley física que dice que el brillo de una luz disminuye con el cuadrado de su distancia; si se aleja al doble, su brillo disminuye a la cuarta parte).
Pero hay más razones que han hecho a Marte enigmático. Alrededor de 1880, al observarlo en su telescopio, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli (1835-1920) descubrió en él una serie de finísimas líneas que le parecieron canales y cuya hechura atribuyó a seres inteligentes. Supuso que los habían construido para irrigar, con el agua de deshielo de los polos, las zonas tropicales y así lograr el crecimiento de vegetales, indispensables para la supervivencia de estos supuestos seres, ya que Marte es un planeta sin océanos que proporcionen el agua de lluvia fundamental para la vida vegetal y por consiguiente animal.
El descubrimiento de Schiaparelli, quien dibujó y publicó planos detallados de sus observaciones, provocó gran conmoción en Europa por el significado que tendría para la humanidad que en el planeta vecino existiese una civilización que además parecía más avanzada que la nuestra, ya que habría construido obras de irrigación tan gigantescas que podían verse desde la Tierra. Pero otros astrónomos no encontraron rastro de los canales al observar Marte con sus telescopios, lo que fue causa de una fuerte controversia con Schiaparelli.