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Durante el siglo XVII, un esclavo de Angola llevado a Perú pintó, en un templo improvisado del barrio de Pachacamilla a donde acudían a orar los esclavos, una imagen de Jesucristo crucificado, sin saber el fervor que, años después, esa imagen iba a provocar entre la población limeña.
En 1655, tras un terremoto, el templo quedó totalmente destrozado, pero ocurrió algo que los devotos consideraron como milagroso: la pared en la que estaba pintado el cristo quedó totalmente intacta.
Tras varios intentos fallidos de las autoridades de eliminar el mural por considerarlo fuera de las normas religiosas, los fieles del cristo consiguieron volver a levantar un templo, que se inauguró en 1671. Sin embargo, en 1687 este lugar corrió la misma suerte que el anterior: sufrió un fuerte terremoto al que, increíblemente, solo volvió a sobrevivir el mural en el que se encontraba el cristo.
Tras este sorprendente hecho, los creyentes salieron a marchar con una copia del mural, procesión que dio inicio a una gran tradición y que en la actualidad se considera como una de las más grandes del mundo.
Tras el segundo terremoto, se construyó el que es actualmente hogar de la famosa pintura: el Santuario de las Nazarenas, en el centro de Lima. Cada mes de octubre llegan hasta aquí miles de personas de todo el mundo para ver la salida del Señor de los Milagros de la iglesia y su posterior procesión.