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Respuesta:
Jesús y sus discípulos salen de Judea y se dirigen al norte, a Galilea, pero para llegar a su destino tienen que atravesar el distrito de Samaria. Son cerca de las doce del mediodía y están cansados por el viaje. Así que se detienen a descansar cerca de la ciudad de Sicar, junto a un pozo que probablemente hizo Jacob siglos atrás, o pagó para que lo hicieran. En la actualidad, ese pozo todavía existe y se encuentra cerca de la ciudad de Nablus.
Jesús descansa junto al pozo mientras sus discípulos se van a la ciudad a comprar comida. Entonces, llega una mujer samaritana para sacar agua, y él le dice: “Dame de beber” (Juan 4:7).
Jesús descansa al lado de un pozo, sus discípulos se van y llega una samaritana a sacar agua
Debido a prejuicios muy arraigados, los judíos no tienen trato con los samaritanos. Así que la mujer, sorprendida, le pregunta: “¿Cómo es que tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?”. Jesús le responde: “Si supieras del regalo de Dios y supieras quién es el que te está diciendo ‘Dame de beber’, tú le habrías pedido agua a él, y él te habría dado agua viva”. Entonces, ella le contesta: “Pero, señor, si ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es profundo. ¿De dónde vas a conseguir esa agua viva? ¿Acaso eres tú superior a nuestro antepasado Jacob? Él fue quien nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y su ganado” (Juan 4:9-12).
“Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —le dice Jesús—. El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed. Más bien, el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial que brotará para dar vida eterna” (Juan 4:13, 14). Como vemos, aunque Jesús está cansado, habla con la mujer samaritana de verdades que pueden hacer que viva para siempre.
Al oír estas palabras, la mujer le dice: “Dame de esa agua, señor, para que no vuelva a tener sed ni tenga que estar viniendo a este lugar a sacar agua”. En ese momento, parece que Jesús cambia de tema, y le pide: “Anda, llama a tu esposo y vuelve aquí”. “No tengo esposo”, le contesta ella. A lo que Jesús le responde: “Tienes razón al decir que no tienes esposo, porque has tenido cinco y el hombre que tienes ahora no es tu esposo” (Juan 4:15-18). ¡Qué impresión debe causarle que Jesús sepa tanto de ella!
Para esta mujer, esas palabras de Jesús solo pueden significar una cosa: “Señor, veo que eres profeta”, expresa maravillada. A continuación, demuestra que le interesan los asuntos espirituales al decir: “Nuestros antepasados [los samaritanos] adoraban a Dios en esta montaña [llamada Guerizim, que no está lejos de allí], pero ustedes [los judíos] dicen que hay que adorarlo en Jerusalén” (Juan 4:19, 20).
Sin embargo, Jesús le aclara que el lugar donde uno adora a Dios no es lo importante: “Viene la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre”. Y añade: “Viene la hora —de hecho, ha llegado ya— en que los auténticos adoradores del Padre lo adorarán con espíritu y con verdad. Porque el Padre sin duda está buscando a personas así para que lo adoren” (Juan 4:21, 23, 24).
De modo que lo importante para el Padre es cómo se le adora, no el lugar. La mujer está impresionada. Reconoce: “Yo sé que va a venir el Mesías, al que llaman Cristo. Cuando él venga, nos lo explicará todo” (Juan 4:25).
Entonces, Jesús le revela algo muy importante: “Ese soy yo, el que está hablando contigo” (Juan 4:26). ¡Increíble! Esta mujer, que ha venido al mediodía para sacar agua, escucha a Jesús decir claramente lo que al parecer todavía no le ha dicho a nadie: que él es el Mesías. ¡Qué gran honor le concede Jesús!
Explicación:
espero que te aya ayudado