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Respuesta:
Todas nuestras categorías no son más que una simplificación extrema de una Realidad Compleja. En este sentido, la ficción y la realidad constituyen dos extremos del abanico de posibilidades que nos permite representar el mundo.
Explicación:
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categorías convencionales, aquellas que venimos utilizando desde hace ya unos cuantos siglos, constituyen una manera de fraccionar, simplificar y en muchos casos polarizar, una realidad que es mucho más rica en matices de lo que nuestros pobres moldes conceptuales son capaces de detectar. Si bien la simplificación de la realidad es lo que hace posible el conocimiento, la sobre-simplificación del mundo nos conduce directamente a la estupidez. Lo que hemos dado en llamar «bueno y malo», «verdadero y falso» o «éxito y fracaso» no son más que los casos extremos de una gradación continua que va de un concepto al otro. Todas nuestras categorías no son más que una simplificación extrema de una Realidad Compleja. En este sentido, la ficción y la realidad constituyen dos extremos del abanico de posibilidades que nos permite representar el mundo. Planteados tradicionalmente como conceptos contrapuestos (la ficción NO es la realidad y viceversa) prefiero pensar que la ficción y la realidad «operan» conjuntamente para brindarnos diferentes maneras de ver el mundo. Si bien es cierto que hay cosas más reales que otras, y ficciones más ficticias que otras, lo cierto es que una no podría existir sin la otra. Parafraseando a Nietzsche «la realidad es una ficción socialmente aceptada».
Sin ir más lejos, la palabra misma es una ficción; un sonido (o un grafismo) no tiene, en principio (esto lo desarrollaremos en detalle en un próximo post), ninguna relación con la cosa mencionada. Sin embargo, si un grupo de personas se ponen de acuerdo en «asociar» esa palabra con «algo» entonces adquiere (para ese grupo) un significado. La ficción de la palabra se convierte en una realidad consensuada. Esto que ocurre con la palabra, ocurre en todos los ámbitos. La ciencia, por ejemplo, está fundamentada en una ficción, en la idea (ficticia) de que existen leyes naturales que rigen el movimiento de los cuerpos y en que somos capaces de encontrar esas leyes. Esta premisa es inverificable, sólo podemos creer en ella y ver dónde nos lleva. Disponemos así de una ficción que nos permite construir aviones, curar enfermedades y leer acerca de ella en internet. Pero así como hay novelas buenas y malas, también existen unas ficciones mejores que otras; no todas las ficciones nos permiten construir mundos prometedores. El arte, la literatura, la ciencia, la filosofía, la religión, etc. constituyen diferentes ficciones que nos conducen a mundos distintos; a veces, diametralmente opuestos.