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Como habrán adivinado los adultos con el primer cuento, este tampoco va a ser un cuento corto para niños únicamente; es, usando una expresión muy gastada, para todos los públicos. Si el primer cuento de nuestra antología, trataba de la incertidumbre de lo que es la suerte y el innecesario juicio sobre lo que nos acontece en la vida, este segundo cuento habla de otro tema vigente a lo largo de la historia de la humanidad: el bien y el mal. ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? Libros, películas, cuentos, cientos de historias nos hablan de ellos. Es raro que en una serie o en una película no digamos que hay un bueno o buena y un malo o mala. Pero en la realidad, los límites son difusos, constantemente tenemos la llamada de hacer el bien o hacer el mal, y lo que es peor, a veces hacemos el mal de manera inconsciente, sin saber realmente el daño que estamos provocando con nuestros actos y palabras. Y lo que es peor, querer hacer el mal a otros de modo deliberado. En fin, el cuento nos habla de que tenemos la posibilidad de elegir un camino u otro, por lo tanto, eso conlleva una responsabilidad. La libertad implica, pues responsabilidad y conciencia de lo que está bien y lo que está mal. Lo paradójico es que hacer el mal provoca mal en quien lo hace, tarde o temprano. ¿Hay algún malo que sea feliz, verdaderamente feliz? Posiblemente tenga un momento fugaz de dicha al causar mal al otro, pero dura menos que un relámpago y su interior volverá a ser invadido por las tinieblas.
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