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COMO profesor de Ordenación Territorial no puedo quedar impasible ante lo que está sucediendo actualmente en España, máxime cuando esta disciplina que imparto tiene como objetivo académico corregir las desigualdades territoriales. Por ello, ante el nuevo escenario en el que estamos inmersos tras los comicios del 20D, estoy obligado a reflexionar, ya que la cláusula determinante para lograr apoyos en la consolidación de un gobierno central, por parte de un partido emergente es el tema «territorial», sin que quienes hacen esas propuestas sepan bien cuál es el impacto sobre el país que pretenden gobernar ni tampoco les han comunicado a sus electores cómo les va a afectar esa invención torticera del «Estado plurinacional». Decía Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, que una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad incuestionable. Eso es lo que algunos, por ignorancia, ingenuidad o intereses espurios, pretenden.
Adelanto que lo que más me ha sorprendido de las pasadas elecciones generales es que, aun votando mucha gente indignada con motivo y de buena fe a favor de un cambio en el equilibrio tradicional de fuerzas políticas para que sus problemas básicos fueran atendidos de forma diferente, compruebo que para sus nuevos representantes esto no es el centro de los futuros pactos. En lugar de esas preocupaciones (empleo, educación, sanidad y corrupción), que recalca el barómetro del CIS, el debate ha cambiado de cancha. Resulta que, para la nueva camada de políticos, el elemento clave o «línea roja» para el entendimiento es modificar la Constitución, permitiendo que las Comunidades Autónomas puedan realizar referéndums de independencia. Al final, ya no son tan importantes las necesidades de los más vulnerables frente a la crisis, los nuevos elegidos se han instalado en el «tiki taka» del debate territorial que le han trasvasado los nacionalistas catalanes, con lo que las expectativas de cambio sobre la forma de ejercer la política son una quimera.
Me desilusiona que no les importe la situación ni de los marginados ni de los grupos en riesgo de exclusión social (parados de larga duración, jubilados que cobran lo mínimo, jóvenes sin formación para acceder al empleo...), ha sido una estafa a la esperanza de los electores, a quienes no se les ha explicado cómo les puede afectar ese engendro de la «plurinacionalidad», si no otro hubiera sido el resultado. Para este viaje no se necesitan alforjas ni disfraces.
Alguien debe decirles claramente a nuestros políticos, de una u otra orientación y fecha de aparición, que para alcanzar el poder no se pueden prometer temas de los que desconocen su alcance real sobre la vida de los ciudadanos. La gente quiere alternativas y soluciones a su situación de precariedad, no demagogia ni intercambios de cromos «territoriales» para gobernar, eso es filfa.
Consiguientemente, los políticos deben tener el coraje y la gallardía de decirle a los ciudadanos qué supone pasar de un Estado Autonómico (las regiones tienen competencias dentro del marco constitucional que aseguran la igualdad de todos los españoles en el acceso a los bienes y servicios) a un Estado Federal (la soberanía es de cada uno de los Estados Federados firmantes de igual a igual) en el que el supuesto nuevo 'Gobierno Federal Español' apenas tendría atribuciones. Es decir, en esa pretendida «soberanía compartida» cada uno de los Nuevos Estados Federados poseerían en exclusividad las competencias sanitarias, educativas, judiciales, seguridad, etcétera. Ello implicaría que cada uno de esos «Estados» individualmente tendría el derecho a decidir en referéndum interno sobre todos los asuntos, sin importarles el resto.
Asimismo, en ese nuevo y esperpéntico «Estado Plurinacional» cada uno gestionaría sus propios recursos, con lo que se rompería el principio constitucional de la «solidaridad interterritorial» generando un aumento de las desigualdades entre las surgidas 'naciones' más ricas y las más pobres. En definitiva, sustituir la España Autonómica (nuestras regiones tienen más competencias que los alemanes) por un Estado Federal es lo más anti-social y obsoleto que se pueda construir. El federalismo era una aspiración de la burguesía decimonónica, sin encaje actual en la Unión Europea ni en un mundo globalizado y sin fronteras, que sólo existen en las mentes de algunos que hablan de «invasores».
Explicación:
espero que te sirva esto encontré