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Respuesta:
El narrador omnisciente es frecuente en fábulas, relatos infantiles y en las épicas de la antigüedad, pero no es demasiado frecuente en las formas literarias contemporáneas (con notorias excepciones). En líneas generales se caracteriza por lo siguiente:
Narra en tercera persona. Es decir, relata todo como si lo estuviera mirando ocurrir, hablando de los personajes como él/ella o por sus nombres. En ocasiones puede hacer referencia a sí mismo, decir lo que opina, etc., pero el relato en sí es contado normalmente sin involucrar al narrador.
Tiene ubicuidad. Es decir, está en todas partes al mismo tiempo, como Dios, y lo sabe absolutamente todo de la narración. Incluso está dentro de la cabeza de los personajes y conoce sus pensamientos y motivaciones.
Ofrece explicaciones. En lugar de sugerir, como hacen otras formas de narrador, el omnisciente explica al lector lo que ocurre y las motivaciones de ello, ya que posee toda la información al respecto.
Puede ser cambiante. Al no estar sujeto a ningún personaje o ninguna perspectiva de la historia, el narrador omnisciente puede saltar en el tiempo, puede variar su ubicación o estar en dos o más lugares al mismo tiempo, según su antojo.
Suele ser autoritario. El narrador omnisciente no puede ser contradicho por la historia y los personajes, es decir, siempre cuenta lo que ocurre, y tiene cierta autoridad respecto al relato, por lo que a menudo se lo disfraza de la “voz del autor” (aunque no lo es nunca) o se le permite emitir juicios y dar opiniones respecto a lo que narra, más que nada en los textos que persiguen una moraleja final.
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