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En la mitología griega, Hades es el guardián de los infiernos, el señor del reino bajo tierra, el rey de los muertos. Es, en consecuencia, una de las divinidades más poderosas de todo el panteón clásico, cediendo sólo poder ante su hermano Zeus. Debido a su papel de señor de los muertos, Hades rara vez abandona los infiernos para visitar la tierra, por lo que pocas veces se mezcla en los asuntos de los mortales. Sólo en las contadas ocasiones en las que algunos héroes (Odiseo, Orfeo, Eneas), tomaron la decisión de descender al reino de los muertos en sus viajes, encontramos a Hades involucrado en las grandes sagas de la mitología griega.
NACIMIENTO E INFANCIA
Hades es hijo de Crono y Rea. Crono, temeroso de correr la suerte que él mismo había dispensado a su propio progenitor, tomó la decisión de ir devorando a todos sus hijos a medida que éstos iban naciendo, de modo que ninguno de ellos pudiera desafiarle y arrebatarle el poder una vez llegado a la edad adulta. De este modo, el pequeño Hades fue engullido por el poderoso Cronos. Sin embargo, Zeus, otro de los hijos de Crono y Rea, consiguió sobrevivir gracias a un engaño de su madre, Rea, y al llegar a la edad adulta, desafió y derrotó a su padre, liberando a todos sus hermanos de las entrañas de Crono. De este modo, Hades quedó libre y se unió a su hermano Zeus en su lucha contra los titanes para hacerse con el control del mundo, la guerra conocida como la Titanomaquia. El dios Hades poseía un arma única, forjada por los cíclopes en las fraguas de las entrañas de la tierra: un casco de invisibilidad. Oculto gracias a los poderes de este artefacto, logró infligir grandes daños a sus enemigos. Tras la victoria de Zeus, éste decidió repartir el universo con dos de sus hermanos. Eligió para sí mismo los cielos, mientras reservaba el gobierno de las aguas y los océanos a Poseidón. A Hades le correspondió el mando sobre el mundo subterráneo, lugar al que se dirigían las almas de los mortales tras su muerte. De este modo, el dios Hades se convirtió en el señor de los infiernos.
HADES EN EL MUNDO ACTUAL
La literatura y las artes plásticas del siglo XX han recurrido con frecuencia a la figura de Hades como inspiración para desarrollar sus argumentos. Sin embargo, en muchas ocasiones las necesidades del guion y los gustos del público contemporáneo han llevado a escritores, artistas y directores de cine a desvirtuar la figura del Hades clásico y a convertirle en un personaje totalmente distinto. Como hemos visto, el Hades de la mitología clásica no tenía por sí mismo una faceta especialmente negativa. Como dios de los muertos, era una divinidad oscura y misteriosa que, por norma general, permanecía ajena al desarrollo de las vidas de los hombres. Sólo cuando algún mortal provocaba su ira de forma directa, como fue el caso de Pirítoo o Sísifo, Hades era un dios imparcial encargado de mantener el equilibrio y la justicia en el reino de los muertos. Es evidente que, como personificación de la muerte (aunque existiera el dios Tánatos, que representaba de forma más singular esta identificación), Hades era temido y respetado por los hombres. Esto no quiere decir, sin embargo, que Hades fuera considerado un dios maligno o negativo. La iconografía contemporánea, sin embargo, ha convertido al dios Hades en el villano por antonomasia de cualquier historia ambientada en el Olimpo clásico. Dado que en la mitología griega no hay ningún dios que pueda personificar la esencia del mal, un concepto éste que resulta totalmente ajeno a esta cultura, el arte contemporáneo ha encontrado en Hades un filón con el que dar entidad a los argumentos de sus obras. En efecto, la sociedad judeocristiana está acostumbrada a un universo mental y simbólico entendido como una dualidad que gira en torno a la lucha entre el Bien absoluto y el Mal absoluto, ejemplo de lo cual sería la lucha entre Dios y el diablo. Como decimos, esta mentalidad dualista no existe en la mitología clásica, dado que ésta no contiene ningún tipo de ética asociada. Del mismo modo que no hay ningún dios esencialmente bueno, tampoco hay ninguna divinidad que sea esencialmente mala. Este modelo debía ser reestructurado para hacerlo a atractivo al público occidental contemporáneo, acostumbrado a la claridad meridiana del enfrentamiento entre el Bien y el Mal. Así, mientras Zeus acabó por encarnar el papel del dios bueno (un proceso en el que no fue ajena la influencia del Dios cristiano), Hades acabó por asumir el papel del dios maligno por antonomasia, papel que, como ya he señalado, no tenía en la mitología clásica.