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La moraleja es que al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad
Un joven pastor de ovejas cuidaba del ganado que sus padres le encargaron apacentar. Como estaba aburrido se le ocurrió jugar a decir mentiras y riéndose gritó: “¡El lobo viene a comerse mis ovejas!” La gente que trabajaba muy cerca en el campo dejó todo y corrieron angustiados ante los gritos desgarradores del muchacho, pero cuando llegaron al lugar, vieron que se trataba de una broma del joven pastor. Sorprendidos, regresaron a trabajar. El joven decide volver a mentir por segunda vez. Al llegar los campesinos, vieron que se trataba de otra mentira, se dieron cuenta de la burla y decidieron regresar a sus labores.
Entonces, luego de unas horas, el muchacho empieza a lanzar gritos por tercera vez diciendo lo mismo: “¡Auxilio!, ¡socorro!, ¡Ayúdenme por favor! ¡Esta vez de verdad viene el lobo a comerse mis ovejas!” Esta vez nadie fue en su ayuda porque todos pensaron que ahora también estaba mintiendo. Pero esta vez sí era de verdad el lobo y se comió a casi todas las ovejas. El joven pastor se quedó con solo una oveja. Cuando sus padres se enteraron, castigaron severamente al joven. El joven aprendió así a no mentir.