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“Los soldados que regresaban de la Guerra del Paraguay fueron los probables introductores del virus”, cuenta Tomás Orduna, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero. Los primeros casos en Buenos Aires se detectaron el 27 de enero de 1871. Y la epidemia fue aplastante
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Los primeros casos en Buenos Aires se detectaron el 27 de enero de 1871. Y la epidemia fue aplastante . Murió el 8% de la población porteña: 14 mil personas . Se detectaban los síntomas (dolor de cabeza y musculares, sofocos, inapetencias) pero nadie sabía de qué se trataba . “Algunos pensaban que podían por ser cuestiones de putrefacción”, comenta Alfredo Seijo, jefe de zoonosis del Hospital Muñiz y orador en el congreso.
Recién en 1881 el médico cubano Carlos Finley propuso que la fiebre amarilla era transmitida por un mosquito, aunque no le reconocieron su descubrimiento de inmediato. El virus que causa la infección recién fue aislado en 1927 en Africa , y permitió desarrollar vacunas que hoy –con algunas variaciones– se siguen utilizando.
“El médico Francisco Muñiz, que atendió a muchos enfermos, había advertido en un libro que los soldados podían traer nuevas enfermedades al país”, recordó Seijo. En el momento de la epidemia Buenos Aires no tenía muchos hospitales. Se abrió un lazareto para el aislamiento en Azcuénaga y Paraguay. Muchos vecinos abandonaron la zona sur de la ciudad hacia el norte. El cementerio que estaba frente al actual edificio del Muñiz fue cerrado porque se llenó de cadáveres , y se habilitó el de la Chacarita. Sin tratamientos específicos, y con la llegada del invierno, la epidemia cesó . Y la salud pasó a integrar la agenda política.
“Los soldados que regresaban de la Guerra del Paraguay fueron los probables introductores del virus”, cuenta Tomás Orduna, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero.
Con el tiempo llegó la vacunación.
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