• Asignatura: Informática
  • Autor: adaimendez708
  • hace 5 años

la participación es uno de los pilares de la democracia por que está solo se entiende cuando la ciudadania toma parte de los asuntos públicos expresa su voluntad mediante el voto y colabora en la solución de los problemas comunes la participación social es aquella en la cual los miembros de una comunidad se involucran en la solución de problemas comunes y en el mejoramiento del entorno en este tipo de participación no se busca el poder político sino tomar parte de los asuntos públicos y asumir la responsabilidad en la construcción social del país.
la ciudadanía tiene la responsabilidad de participar en la solución de los asuntos que le atañen. esta responsabilidad también se aplica en los adolescentes quiénes generalmente participan en los temas que les interesan como el cuidado del ambiente, el combate a la violencia intrafamiliar, la prevención de enfermedades de transmisión sexual, la lucha contra la discriminación, el respeto a los indígenas, a la paz y a los derechos humanos. es importante que la participación de los adolecentes sea de una manera responsable. informada y crítica

que situación o problema hay que atender?

cuáles son las necesidades de la población?

quienes de la población participan?

Autoridades de gobierno que participan y que hacen





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Respuestas

Respuesta dada por: castrillona
2

Respuesta:

La respuesta a la pregunta no es fácil porque entre otros motivos creemos que no es una pregunta que pueda responderse en un sentido afirmativo ni tampoco negativo de manera absoluta y rotunda. Sin embargo, este interrogante, en cierta medida provocativo, nos va a permitir aproximarnos al actual contexto donde desarrollamos nuestra vida como seres humanos, como ciudadanos, como consumidores, como contribuyentes.., y analizar el problema de fondo que ha llevado a cuestionar, en los últimos años, no la democracia en sí, pero sí su calidad. Principalmente, la desconexión entre la clase política y los ciudadanos, un problema que no es nuevo en las democracias vigentes, constituye una de las circunstancias que genera este tipo de preguntas y que nos llevan a reflexionar sobre los factores que contribuyen a esta desafección. Sin duda nos encontramos en una fase histórica compleja en relación con el papel que los ciudadanos deberíamos jugar dentro del Estado. Ello nos lleva de manera natural a hablar de crisis, pero no tanto de la democracia, sino de las relaciones entre Estado y sociedad.

El Estado actual trata de responder, sobre todo en los últimos años, más que a las demandas ciudadanas, a otro tipo de demandas –de los mercados principalmente– con las que la ciudadanía no se siente identificada, en la medida en que no responden a la lógica de un Estado Democrático y Social de Derecho que propugna, entre sus valores esenciales, la igualdad y la libertad. El déficit que en el momento presente vivimos en relación con estos valores ha llevado a los ciudadanos a esa desafección, tratando de buscar, en nuevas opciones políticas, un rumbo nuevo más favorable hacia los valores democráticos y sociales.

Son muchas las circunstancias que han concurrido para haber llegado a esta situación. Nuestra integración en organizaciones internacionales ha reducido considerablemente la capacidad de decisión interna de los Estados, mientras los ciudadanos, como titulares de la soberanía nacional, contemplan con cierta frustración cómo se toman decisiones que afectan de manera profunda y restrictiva a sus derechos sin poder hacer nada al respecto[1]; el sistema electoral, diseñado para la elección de nuestros representantes, mantiene un diseño que no responde a la confianza en la capacidad de elección y control por parte de los ciudadanos, lo que agrava los efectos de esa desvinculación representantes-representados que hoy se manifiesta en la «desafección» reflejada tanto en las calles como en las encuestas; la crisis de los valores esenciales que sustentan nuestra democracia se ven minados con los continuos casos de corrupción política que salen a la luz sin una firme actitud de reprobación por parte de la clase política. Pero sin duda, lo más grave es que nuestros interlocutores tradicionales, los partidos políticos, se han convertido en instituciones elitistas cada vez más desvinculadas de la realidad y este hecho, sin duda, altera el funcionamiento del Estado en la medida en que los partidos, en lugar de ser un elemento de enlace, han devenido en una barrera entre pueblo e instituciones (Carlassare, 2003a, 6). Pareciera que la «desconexión postelectoral» responde a la justificación de Constant y Sieyés de que «el ciudadano carece de aptitud para ocuparse de cosas comunes….., siendo el diputado el especialista…», entonces, ¿dónde queda el elector durante los cuatro años que dura el mandato? Resulta evidente que hoy la relación representativa se resume en el acto electoral y, una vez depositado el voto, esta relación ya no tiene el más mínimo contenido; es una relación vacía, «alguien desconectado de nosotros tras el momento electoral, gobierna con nuestra representación» (Garrorena, 1991, 54-55).

Explicación:

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