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Respuesta:
En el siglo XX, la forma Estado, y muy en concreto el Estado capitalista, se amplia
al mundo entero. Sobre todo en la segunda mitad del siglo cuando irrumpen gran
número de nuevos Estados tras el fin del dominio colonial europeo. A finales del siglo,
el sistema-mundo de Estados tiene por tanto una proyección planetaria. Un rasgo
específico del capitalismo global actual, que no se había dado en sus otras etapas
históricas. Pero este sistema-mundo de Estados es un sistema fuertemente
jerarquizado, aunque en constante movimiento debido a la intensa competencia entre
ellos, de forma que el Estado que no sube, o logra mantenerse, cae. Si bien en
ocasiones los Estados cooperan entre sí, en grupos (a su vez jerarquizados; la UE,
p.e.), para mejor resistir esa competencia y llegar a posicionarse más
aventajadamente, juntos, en la jerarquía estatal global. El Estado que va a extenderse
a escala mundial es el Estado-nación, que ya empezó a desarrollarse como ya vimos
en el siglo XIX, pero que culmina su concreción en las primeras décadas del siglo XX
en los espacios centrales, actuando de agente nacionalizador activo de sus
sociedades 1
, y propagándose más tarde esta forma de Estado a los territorios
periféricos tras su independencia del yugo colonial.
El Estado-nación, va a ser pues la representación institucional más significada del
Estado-moderno en esta nueva época, con nuevas competencias y con una estructura
burocrática cada vez más compleja y cambiante a lo largo del siglo, que corre paralela
al creciente consumo energético que posibilita su despliegue. Pero, eso sí, con unas
diferencias abismales entre los Estados centrales y de mayor recorrido histórico, y
aquellos periféricos y de más reciente creación. Y en todos ellos con dos “naciones”, la
rica y la pobre, dentro de unas mismas fronteras estatales, con mayor o menor
proporción de “clases medias” y de desigualdad social. A lo largo del análisis de la
enorme diversidad de transformaciones del siglo XX, hemos mencionado cambios
acontecidos en las estructuras estatales, pero ahora queremos sistematizar y ampliar
dicho análisis, para mejor entender (más tarde) las características de la actual Crisis
Global, y de qué forma va a afectar al Estado la presente crisis sistémica, el futuro
declive energético y el previsible colapso civilizatorio que se avecina.
De cualquier forma, la crisis del Estado ya se viene manifestando desde las últimas
décadas del siglo pasado, y se está acelerando con la Crisis Global actual. Pero la
crisis del Estado se concreta de una forma diferente en el Centro, o centros, que en la
Periferia, o periferias y semiperiferias, pues el Estado también adquirió una mayor
institucionalización y legitimación, en general, en los primeros espacios que en los
últimos. Y porque los Estados centrales disponen de instrumentos monetarios y de
fuerza política y militar, que los Estados periféricos y semiperiféricos no tienen, aparte
de albergar a los principales actores empresariales y financieros mundiales y de
beneficiarse de su posición de dominio. Es por eso por lo que la crisis del Estado a
finales del siglo XX va a cristalizar con más fuerza, como señalaremos, en muchos de
los territorios periféricos o semiperiféricos. Además, los Estados periféricos se
encuentran subyugados por el tema de la deuda externa (exigible) 2
, que quizás sea
una de las líneas más claras de separación entre Estados centrales y periféricos. Pero
a este eje divisorio habría que sumar, o añadir, la posesión o no de combustibles
fósiles, y en concreto de petróleo, pues la disponibilidad y el control de esa energía
concentrada bajo su subsuelo les va a dar un importante poder adicional, cada día
más estratégico. Aunque para muchos de ellos, sobre todo para sus poblaciones, este
regalo de la geología sea más una maldición que una bendición.
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