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En México, en la última década se ha incrementado la presencia de las diferentes formas de violencias en los medios de comunicación masiva y en la producción científica. Dicho incremento obedece a razones objetivas, ya que habrían aumentado ciertas formas de violencia, pero también una serie de presupuestos técnicos y de estereotipos sociales que, a mi juicio, sesgan la percepción y la investigación de esta problemática.1
El análisis de los medios de comunicación masiva y de la producción científica indica que son algunas violencias las que de manera persistente están en la primera plana de los periódicos o las que monopolizan los intereses de los científicos sociales, mientras que ciertas violencias son escasamente tenidas en cuenta y otras tienden a no aparecer e inclusive a desaparecer.
De los materiales examinados surge que se han gestado toda una serie de estereotipos sociales, incluidos los académicos y técnicos, que orientan de entrada la mirada antropológica hacia determinados aspectos, negando u ocultando otros de igual o aun mayor significación (Champagne, 1993). Entre los estereotipos más frecuentes y preocupantes están los que sostienen que en la actualidad hay más violencias de todo tipo, y especialmente homicidios, que antes; que ahora se desarrollan más conductas de riesgo, y que habría más violencias contra la mujer. Más aún, se argumenta que hay más feminicidios que asesinatos de varones, y que las violencias tienden a ser más crueles. Se considera que en la actualidad hay más violencia estructural que en el pasado, y que las mayores tasas de violencia se dan en el medio urbano.