RESUMEN AL AGUA PATOS
Porfavor háganlo hoy por mí mañana por ti, aquí les dejo el pdf de la lectura es corta.
Psdata: yo no lo hago porque no tengo tanto tiempo vuelvo en 10 minutos.
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RESUMEN
—¡Chepibola para siempre! —dijo Martín tratando de salvarse de
una temible banda de piratas que amenazaban con darle muerte.
—Eso no se vale, pues, Martín, tienes que jugar bien, y no te rías
que te estoy hablando en serio —replicó Andrés frunciendo el
ceño, mientras agitaba sus manos bajo el agua de la orilla.
En estas costas el mar era siempre muy frío y a cualquiera le
costaba trabajo sumergirse. Lo peor de todo ocurría cuando uno
no entraba velozmente al mar, porque entonces debía soportar
el más cruel de los castigos: que le salpicaran el agua helada
antes de darle tiempo de zambullirse.
¡Al agua patos!
Por eso, la mejor manera de enfrentar aquel peligro era meterse
al agua sin pensarlo dos veces, hacer una carrerita “a toda velo”
en la arena mojada y ¡zas!, ¡al agua pato!
Martín había llegado a Pacasmayo de mala gana. Su intención era
pasar todas las vacaciones de verano en su casa con sus juegos
de video. ¡Sería genial!
Al día siguiente de su llegada, su primo Andrés llegó a buscarlo
con Esteban y Raúl. Martín salió con cara de pocos amigos, pero
el sol ya calentaba y había que darle una oportunidad a la playa.
La verdad era que estaba rico echarse boca abajo, meter manos
y pies bajo la arena seca, sentir el abrigo de los finos granos que
desaparecen como por arte de magia entre los dedos. Y, qué rico
pensar después en cualquier otra cosa: en las musarañas, por
ejemplo, o en las malaguas echadas a sus anchas sobre la arena..
Antes de salir del mar, Raúl soltó una grandiosa idea: “Vamos
hasta el banquito. Veamos quién llega primero, a la una, a las
dos y a las tres…”. Y los pequeños piratas arrancaron a nadar
con todas sus fuerzas, pataleando y dando gritos de contento.
El “banquito” del que hablaba Raúl no era otra cosa que una
formación de arena nacida del movimiento de las aguas, una
especie de banco donde uno podía bañarse sin el temor de ser
sorprendido por la altura del agua. Los chicos podían estar muy
lejos de la orilla y, aun así, tener piso sin ningún problema, pues
el agua alcanzaba apenas la altura de sus rodillas. Eso sucedía,
claro está, con los muchachos de ocho y nueve años como estos
piratas que gozan en el mar. Sin embargo, a los más grandes —de
once y doce años para arriba—, el agua les rozaba las canillas, y
podían darse el lujo de jugar con una pelota en pleno océano,
lanzándola al aire para intentar dibujar con sus cuerpos una
elegante “tijera” o una arriesgada “chalaquita”.
El famoso banquito era un deleite para los más chicos por una
simple razón: la fantástica experiencia de hallarse a decenas de
metros de la orilla y, aún así, tener piso, no se comparaba con
nada en estos días inolvidables de comienzos de verano.
Jugar en el “banquito” era la mejor manera de terminar una
divertida mañana. Chapotear entre las olas, mirar el horizonte
que se abría antes sus ojos, y aquel viejo muelle de madera
donde hace muchos años solían llegar unos barcos enormes
desde los puertos más famosos del mundo entero.
Martín no pudo evitar dibujar una sonrisa en su rostro.
Explicación:
es todo de la lectura