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Monólogos de Job
Marc Chagall: Plegaria de Job
Señor, has colmado mi copa de amargura. Sé que a pesar de mis
reclamos no me dirás qué debo hacer a continuación. ¿Beberla,
desecharla, esperar que te encargues de cambiar su contenido? ¿Por qué
pregunto, como si fueras a responder, en este momento en el que tu
distancia inocultable se me impone?Cuando fui feliz, no intenté dialogar contigo y tu silencio confirmó
que en mi mundo todo se encontraba bajo control. Te recordé apenas
comenzaron a sucederse las desgracias, y entonces tu silencio pasó a
convertirse en una retaliación, por haberte dejado de lado antes, cuando
tal vez la frustración del diálogo no pasar de ser una demostración de
Tu invariable sordera.Dios continúa siendo el interlocutor del que sufre, cuanto más dolorosa resulta una falta de respuesta.¡En medio de mi dolor, Dios se encuentra tan lejos! Si su bondad
fuera infinita como pretenden algunos, la indefensión de su criatura
debería conmoverlo, pero las evidencias demuestran que no existo para
Él, que me ha olvidado o puesto a prueba. Cuando me recuerde o vuelva a
concederme su mirada, encontrará (no creo que para su sorpresa) que yo
he decidido prescindir de Él.Pude reconocerme en personajes más felices que el dolido Job, puesto
a prueba por una apuesta convenida entre el Diablo y Dios. Pude hallar
en otros personajes esperanzas más fáciles de aceptar para el resto de
mi vida. En estos casos, uno rara vez elige nada.¡Ay, yo soy aquel a quien hoy duele una pérdida irreparable, no el
que celebraba encontrarse en este mundo para colmar su copa de placeres!
Ambos puedo ser, no al mismo tiempo.Me has tomado en cuenta, Señor, aunque solo sea para destruir a
quienes amo, sumirme en la miseria y cubrirme de pústulas. ¿Puedo
pedirte algo? Solo olvídate de mí por un tiempo y yo haré lo mismo por
Ti. Luego veremos si es necesario que volvamos a reparar el uno en el
otro.Hablo sin hallar una respuesta que ponga fin a este monólogo. Mis
dolores no encuentran bálsamo en tu palabra, Señor. Me has abandonado a
mi suerte y debo resignarme a tu silencio, que puede ser el mío.Todavía soy yo. Cuando sufro soy yo más que nunca. La felicidad me
hace olvidar mis límites. En el dolor me recupero, sin hallar consuelo
de lo poco que siempre he sido.Otros fueron los tiempos en que mi alegría se expresaba en la
confianza de ser el dueño y constructor de mi destino. Hoy mi mayor
esperanza es ver el fin del duelo.
Gustave Doré: Job y sus amigosSi me concediste el dolor, permite Señor que por un tiempo yo te dé
la espalda, para recuperarme de la oscuridad que acabo de descubrir. Yo
sé muy bien lo que significa estar solo. Ahora es tu turno.Soy un ratón de laboratorio, sometido a las pruebas que Dios me ha
reservado sin consultarme. ¿Debo sentirme agradecido por la especial
atención que me dispensa mientras dura mi tormento? ¿Debían las víctimas
del Doctor Mengele agradecerle el rol que les había sido asignado en el
hipotético progreso de la ciencia, cuando quedaban en sus manos?Desde la oscuridad, nada parece más efímero que la luz. Desde la luz, no concibo que en el pasado o el futuro haya oscuridad.Si algo recibí, me fue quitado. Si algo esperé, las evidencias me
informan que nunca llegaré a disfrutarlo. Nada me queda del pasado ni el
futuro. Solo aguardo que el presente del duelo desaparezca también,
para continuar viviendo.Soy tu criatura, Señor. Tú me trajiste al mundo sin que yo te lo
pidiera. Llegué a un escenario donde a cada rato me pregunto qué debo
hacer, cuándo me corresponde librarlo de mi presencia, porque mi
personaje no ha sido escrito y sin embargo sospecho que sin importar
cuán bien lo hagan, no me esperan aplausos en el final.Nací para morir, me han dicho. Eso debo aceptarlo. Permíteme al
menos dejar en este mundo alguna huella más significativa que mis
lamentaciones.
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