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Explicación:
Las distintas expresiones de santidad en el virreinato peruano responden a la necesidad de la Contrareforma Católica por aumentar el culto y la fe en Cristo, principalmente durante todo el siglo XVII. Las figuras vivas de santidad constituían un papel importante pues eran la encarnación de la gracia divina en la tierra. La vida de estos santos, beatas, siervos de dios o iluminados fue seguida de cerca por la población virreinal esperando siempre un milagro o suceso divino. La fe que vivían los "santos" era ejemplo a seguir para la sociedad y modelo de vida eclesiástica para los religiosos.
En el Perú hubo mayor cantidad de santos y siervos de Dios que en todos los virreinatos españoles. La mayoría apareció entre 1570 y 1660, muchos de ellos coexistiendo en la sociedad limeña, tal como fue el caso de San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Masias, precisamente los 5 santos del Perú.
Cuando morían estos hombres de Dios, toda la sociedad limeña acudía a sus exequias, incluyendo el virrey, el arzobispo y los principales nobles, tanto españoles como indígenas.