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Con igual simpatía que hace cuatro meses cuando inició su pontificado, el papa Francisco fue recibido en Río de Janeiro, lugar de encuentro de miles de jóvenes de todo el mundo para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Una asistencia masiva que se ha congregado para apoyar al papa, oír sus mensajes y mostrar al mundo que, a pesar de la crisis de la que son víctimas especialmente, mantienen su ilusión y esperanza en el futuro.
También ha habido algunos desagradables episodios de violencia por parte de grupos que reclaman libertad, coaccionando la de los demás y provocando malestar en un evento pacífico donde lo único que se respira es la paz y el amor de Cristo. ¿Protestarán también cuando se celebre el Mundial de fútbol?
Es esperanzador ver esa multitud de jóvenes con ideales nobles que proclaman su fe en contraposición al materialismo y el relativismo que impregnan nuestra sociedad.
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