Respuestas
Respuesta:
final
Explicación:
No quisiera acabar esta reseña sin mencionar un aspecto secundario, pero que me parece singular en una novela de género bélico. Me refiero a la presencia del humor, muy frecuente, aunque siempre leve y contenido, a lo largo de todo su transcurso, pero más explícito hacia el final de la novela, lo cual subraya el cambio de tendencia de los últimos años de la guerra —1944 y 1945—, menos dramáticos y más propicios a la causa de los aliados. En la sexta parte del relato, se narra la estancia de la fragata Saltash en los muelles neoyorkinos de Brooklyn para efectuar reparaciones; este pacífico interludio lo aprovecha el autor para incorporar a la trama una serie de escenas humorísticas (alguna de ellas dignas de P.G. Wodehouse), en las que satiriza las costumbres norteamericanas. Monsarrat se ríe abiertamente de la actitud de los norteamericanos ante la guerra, caracterizada por la queja continua, el prosaísmo y una total falta de espíritu heroico. Para quienes estamos acostumbrados a contemplar la participación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial desde la óptica invariable de la eficacia militar, las virtudes cívicas y la exaltación del patriotismo, la ácida visión de Monsarrat nos recuerda la vigencia de ese adagio que afirma que la historia siempre la cuentan los vencedores. Más vale que el escritor inglés murió antes de asistir a la proyección de esa falsificación histórica que es U-571, porque entonces, ¡a saber qué hubiera dicho sobre los yanquis!
Notas