Seleccionar dos temas y compararlos escribir 5 oraciones al menos 2 negativas utilizando la estructura gramatical del presente perfecto
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Detrás de la clonación de células madre embrionarias humanas anunciada esta misma semana, el más reciente salto en la progresión de esta técnica que nos coloca en el umbral de su uso con fines terapéuticos, hay una historia de más de sesenta años. El 25 de abril de 1953, la revista «Nature» publicaba un artículo de apariencia modesta, novecientas palabras, sobre la estructura de los ácidos nucleicos que iba a transformar la ciencia de las décadas siguientes. Los dos firmantes de aquel artículo, James Watson y Francis Crick, casi parecían pedir perdón a la comunidad científica destinataria de la publicación por el atrevimiento de proponer «una estructura para la sal del ácido desoxirribonucleico (ADN)» a la que ya atribuían «un considerable interés biológico». La estructura que sugerían los dos investigadores es la doble hélice, un icono de la ciencia del siglo XX que aúna simplicidad y capacidad explicativa, y que, en palabras del bioquímico Carlos López Otín, «abrió el camino para una gran revolución científica que ha cambiado nuestra manera de entender la vida y que tal vez en el futuro cambie también nuestra forma de vivir». El hallazgo de Watson y Crick fue un momento inaugural de la biología molecular, la especialidad en la que López Otín ha desarrollado su carrera científica. Para este investigador de primera línea, «el desciframiento de la estructura helicoidal del ADN fue el punto de partida de una nueva disciplina, la Biología Molecular, que en sus apenas 60 años de historia ha demostrado que la vida y las enfermedades se pueden llegar a explicar estudiando las estructuras, las funciones y las transformaciones de ciertas macromoléculas como los ácidos nucleicos y las proteínas». «La biología moderna ambiciona interpretar las propiedades del organismo a través de la estructura de las moléculas que lo constituyen», resume el recién fallecido François Jacob -otro de los pioneros de esta nueva ciencia y uno de los primeros en seguir junto a Monod la senda abierta por Watson y Crick- en su libro «La lógica de lo viviente».
¿En qué consistía la innovación de aquel artículo de 1953? «En primer lugar», explica López Otín, «la elegante estructura en doble hélice del ADN portaba en su interior las claves de la herencia. Se trataba de dos cadenas complementarias unidas entre sí por un sencillo lenguaje de emparejamientos químicos entre cuatro bases nitrogenadas: adenina emparejada con timina y citosina con guanina. Cada cadena sirve de molde para sintetizar una cadena complementaria, por lo que a partir de una molécula de ADN se podían obtener dos cadenas iguales. Por primera vez se entendió este gran secreto de la vida». El catedrático de Bioquímica de la Universidad de Oviedo añade que «además, la estructura llevaba implícita lo material genético».
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