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Respuesta:
Ante el impulso de la Naturaleza, que no encuentra obstáculo en la fauna y la flora, la sociedad actúa para detenerlo, desvirtuarlo o someterlo a ciertas condiciones.
Desde luego, la religión que marca una línea de separación entre la carne y el alma y que remite a una vida ultraterrena la realización plena del hombre, no sólo desdeña el cuerpo sino lo señala como una fuente de incitaciones peligrosas, contra las cuales hay que mantenerse en guardia.
Los santos viven en lucha permanente con las tentaciones y van más lejos al atormentar la carne, al mortificarse con el ayuno y las incomodidades.
Sería inútil detenerse en algunos casos ilustrativos que todos conocen, sin olvidar otros, diversos y aun contradictorios.
En un estudio de Robert Briflault sobre el sexo en la religión, se nos recuerda la licencia en los ritos de Babilonia, la libertad predominante en Grecia y aun en Roma, la vinculación entre las faenas agrícolas y el libertinaje en muchos pueblos y la representación de actos sexuales en los templos de más de un país oriental de alta cultura(26).
Respuesta:
El conflicto nace con el ser humano y es inevitable en la sociedad. El conflicto genera cambios, transformaciones que ayudan al desarrollo y puede ser resuelto por medio de la mediación, la negociación y la conciliación.
El conflicto nace con el ser humano, y por esto se debe aprender a vivir con este, puesto que el conflicto es fundamental en el funcionamiento social. Se plantea además que una vida exenta de conflicto no posibilita el desarrollo de habilidades, debido a que el desarrollo humano de una sociedad se da por medio de cambios, que por lo general es movilizada por el conflicto. Por ello el conflicto es considerado como algo que no se debe evitar, por el contrario hay que verlo como un aspecto positivo y como un proceso de aprendizaje, es decir, el conflicto se convierte así en una ocasión para potencializar las habilidades de los actores.