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Ahora debemos adaptarnos a las nuevas condiciones de vida creadas por la plaga del COVID-19. El 12 de abril, el Papa Francisco ha celebrado en la Basílica de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección y, antes de impartir su bendición Urbi et Orbi, ha lanzado un vibrante llamado a la solidaridad mundial para construir una “nueva humanidad”[viii]. El Papa hizo también un recuento de las dificultades que los seres humanos pasan en estos momentos de pandemia: lutos, sufrimientos físicos y problemas económicos. Reconociendo que estamos enfrentando un futuro incierto, el Papa se dirigió a las autoridades políticas para que busquen “el bien común de todos los ciudadanos”. Pidió además no dejar solos a los pobres, a los presos y a los que no tienen hogar. En fin, solicitó que se reduzca o se condone las enormes deudas externas que pesan en los presupuestos de los países pobres. Este mensaje de gran lucidez, generosidad y empatía concierne a todos los ciudadanos del mundo