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Discurso narrativo: Es el que muestra o narra hechos o situaciones a través de una trama y un argumento. Este discurso es muy conocido por todos desde pequeños, porque es el que se utiliza en las novelas y en los cuentos. Por eso, sin dudas, usted lo sabe utilizar aunque sea de una manera no del todo consciente, ya que lo pone en práctica cada vez que cuenta una anécdota a sus amigos, una historia a su familia o un cuento infantil a un niño. Genera intriga, llamada “tensión narrativa”, y, desde hace un tiempo a esta parte, puede verse que este tipo de discurso invade otras áreas de la comunicación.
Discurso publicitario: En este caso, a diferencia de otros tipos de discursos, tiene un objetivo bien práctico; vender un producto. A simple vista parece tratarse de una tarea sencilla; sin embargo, exige creatividad, observación y análisis antes de ponerse manos a la obra. Y hay más: hoy vivimos una saturación publicitaria, con avisos que invaden lugares antes impensados (como por ejemplo los baños públicos) y spots que pueden verse en teléfonos móviles, smartphones, netbooks y tablets.
Algunas de las características del discurso publicitario que usted puede incluir dentro de su discurso son: su forma de exposición fragmentada, la utilización de frases cortas, de golpes de información fáciles de asimilar y de creatividad puesto al servicio del mensaje y de la palabra: puede darse el lujo de crear un nuevo término, por ejemplo combinando dos palabras ya existentes, o sencillamente invente una nueva palabra que describa un concepto o tendencia que usted desea remarcar.
Discurso expositivo: Es aquel cuyo objetivo principal es informar o aclarar un hecho o una situación. Por lo tanto, debe prepararse una presentación y un texto que esté alineado al objetivo: debe ser un discurso limpio y con poco uso de recursos que puedan distraer al público y que puedan hacer perder el hilo de la exposición o salirse del eje del mensaje. Esto no quiere decir que deba ser un discurso aburrido. Sus características son la claridad de la exposición y la concisión: cuanto más sintético más claro será. La construcción del discurso expositivo debe ser bien estructurada: una introducción que aclare el tema, la explicación propiamente dicha y un final que deje claras todas las ideas tratadas al público.
Discurso argumentativo: El objetivo principal es convencer de algo a alguien. Es importante que la argumentación se desarrolle suavemente, sin prepotencia ni brusquedad. La idea es ir paso a paso, explicando todo para que, al llegar al final del discurso, el público tenga la sensación de que ha llegado a las conclusiones por sus propios medios. Sus argumentos y opiniones deben tener una base racional sólida. El discurso no puede tener una apariencia arbitraria, o sino perdería su “credibilidad”. Otro factor importante es la convicción. No se convence a nadie si primero uno no está convencido.