describe Cuáles son las peores atrocidades que sucedieron durante la Segunda Guerra Mundial​

Respuestas

Respuesta dada por: eli116
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Respuesta:

la exterminación de millones de personas en los campos de concentración

Explicación:

eso para mí fue muy fuerte así que creo que es lo que caracteriza más a la segunda guerra mundial

Respuesta dada por: Nataliasepulveda34
1

Respuesta:

Tanto prisioneros de guerra como población civil tuvieron que sufrir durante su estancia en los campos de trabajo

 «Estaba luchando en nombre del emperador. Él era un dios. Y, en nombre del emperador, podíamos hacer contra los chinos lo que se nos antojara».

Canibalismo y experimentación

Fue el profesor Yuri Tanaka quien, en la década de los 90, tiró de la manta dejando al descubierto los casos de canibalismo entre las tropas de Hirohito. Según las palabras del mismo: «El canibalismo era una práctica mucho más habitual de lo que se había creído».

«Quería violarla, así que me dije que si aquel hombre era su padre no le haría ninguna gracia»

Masayo Enomoto

Si pensamos (y con razón) que la Alemania nazi realizó los más grotescos experimentos con las minorías que poblaban los campos de concentración, sus aliados asiáticos no les andaban a la zaga –ni muchísimo menos– en lo que a inhumanidad se refiere. Sobradamente documentados están los ataques contra poblaciones civiles a las que «fumigaban» con todo tipo de patógenos (malaria, cólera, lepra), así como los experimentos a lo Josef Mengele que realizaban tanto con enemigos capturados como con civiles.

Hambre e ingeniosas torturas

Cuando tuvo lugar la rendición, los testimonios y la situación de aquellos que habían estado sometidos a la esclavitud pusieron de relieve la mezquindad de los «Buntai Joe» (supervisores) de los campos y del resto de captores. El trato que daban al preso consistía en palizas, amputación de miembros, inanición y falta de suministros médicos. Los abusos, tales como los anteriormente descritos, formaban parte del día a día de todos aquellos que iban a parar a las minas de carbón del barón Mitsui o a cualquiera de las fábricas repartidas por la geografía japonesa.

Son los propios afectados quienes, en el libro escrito por George Weller « Nagasaki: Las crónicas destruidas por MacArthur», explican varios de los crueles castigos que se les infligía. Uno de estos desdichados hombres describe como les obligaban a «beber grandes cantidades de agua y luego saltaban sobre sus estómagos». A otros los «dejaban sin conocimiento a base de golpazos y descargas eléctricas» o bien los golpeaban con porras y varas de bambú «porque con ellas podían alcanzarte mejor y les hacía sentirse más grandes».

A propósito de los trabajos forzados que tenían que realizar los presos aliados en los campos nipones –a los cuales ya llegaban en condiciones cuanto menos mejorables tras sufrir marchas de la muerte como la de Batán (1942)– estos sobrepasaban con mucho lo que cualquier ser humano es capaz de soportar durante un tiempo prolongado. Así nos encontramos con jornadas interminables en minas o en fábricas, en situaciones paupérrimas y con abusos constantes. Uno de estos soldados aliados esclavizados describe en el libro de Weller esta época como «años de tortura, indescriptibles para el mundo civilizado».

Les obligaban a «beber grandes cantidades de agua y luego saltaban sobre sus estómagos». A otros los «dejaban sin conocimiento a base de golpazos y descargas eléctricas»

Entre las «anécdotas» acerca de los campos japoneses que aparecen en la obra de Weller, destaca la que hace referencia al demente teniente primero Murao que empleaba el béisbol como método de tortura.

Este carcelero era un auténtico seguidor del «mayor pasatiempo americano», tanto que tuvo la ingeniosa idea de crear su propia «liga» utilizando en la misma a los desnutridos presos como jugadores. Además, como se señala en el libro, ni siquiera escogió a aquellos que estaban en mejores condiciones, sino que comenzó empleando a los que se encontraban en el hospital del campo donde él trabajaba como médico.

El presenciar a un montón de maltrechos americanos -que en algunos casos estaban 30 kilos por debajo de su peso- arrastrándose (literalmente) por un improvisado campo de béisbol mientras un sádico «entrenador» japonés con gorra daba órdenes y tomaba apuntes, debía provocar una sensación que se encontraba entre lo surrealista y lo macabro

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